TR ━ [ᴴᵉᵃᵈᶜᵃⁿᵒⁿˢ ⁻ ᴼⁿᵉ ˢʰᵒᵗˢ]

•×• Headcanon: 'Hittō' Kakuchō •×•

• Después de la muerte de Izana, Kakuchō estuvo de duelo por muchísimo tiempo •
(Angst + Análisis)

Antes de que todo acabe, las personas tienen planes. Para Kakuchō, el mundo ya había acabado y no tenía ningún plan. Así de simple resultaron las cosas. De concisas y efímeras. Nunca consagró por completo el sistema de una utopía junto a Izana, basada en un sueño que formularon de niños hasta perderse entre la arena y el polvo donde todo había comenzado. Dividiendo el botín nostálgico entre dos aretes: uno en la tierra y el otro con él. Uno en un lote de despedida, y el segundo, estando siempre consigo, como un recuerdo. Algo de valor.

Cuando le quitaron los puntos en el hospital, se guardó otro dolor punzante. Sumido en la incertidumbre de lo que procedía a continuación. Algo que no tenía ni la más remota idea. Se la pasaba relamiéndose los labios, como un niño inseguro y perdido. Paseándose por distintos lares, acabando de pensar en que si la vida no tenía sentido, al menos la había vivido de manera asombrosa.

Quería creerse la mentira de que Izana dio su vida por la suya porque el albino ya se había rendido. No porque quería que Kakuchō viviera; eso le rompía el alma de dos en dos. ¿Seguir viviendo? Pero el propósito inicial era vivir por obediencia. Estaba muerto, volvió a renacer para terminar perdido en esa clase de limbo egoísta. Donde Izana ya no estaría.

Aquello incrementaba su desconcierto, hasta querer dormir largo y tendido sin enfrentar los restos de todos los sueños rotos.

“Al final, ¿yo soy el que siempre sobrevive, no?”.

Qué cruel agonía. Una cruda realidad golpeando. Explotando sus débiles placas tectónicas como bombas de jabón, causando más dolor que sueño y fatiga que misterio.

Y es que, si los demás ya no estaban, ¿Por qué seguir él estando? ¿Lo entienden? Ya no podía ser si nunca tuvo la cuestión, y si la tuvo, entonces no había nada por lo qué luchar porque ya no se encontraba. Era demasiado desesperante brindar por la vida cuando la muerte lo perseguía. En sueños, soñando despierto, divagando, trabajando, caminando. Como una pesadilla constante siendo el monólogo de sus días. Hasta ese hemisferio nuevo que no separaba la tristeza de su alma, y ya no sabía si seguía siendo él o alguna tragedia de invierno.

Ya no importaba la cubierta de las cosas. Ni su contenido. Ni la radicación del planeta. Intentó ser lo suficientemente fuerte para luchar por la idea base. Sin juzgar el poderío de cualquier otro ejército capsulados en pandillas jugando a darse como los mandamás.

Seguía pensando que el tatuaje de la carta Hanafuda le ardía en el pecho. Allí, justo donde estaba su corazón. El alma de Izana marcada sobre su propio cuerpo. En la nuca de Mikey, en el cuello de los Haitani. El alocado ritmo de las cosas dejándose llevar por el libertinaje del más fuerte. Su nuevo rey, quien era un zombie andante igual que él. Más muertos que vivos. Inconsistentes fuerzas siendo blandas al verdadero calor.

¿Cuándo? ¿Cuándo dejará de ser así de fuerte para superar la perdida? ¿Cuándo dejará de pensarlo? ¿Cuándo dejará de matar? ¿Cuándo podrá ver a Izana en Mikey y su teñido cabello blanco? ¿Cuándo dejará de vivir?

Perdonen lo triste.
Prometo hacer algo más lindo de Kaku para la próxima porque es de mis husbandos supremos.
Ahora comenten: “Queremos que Kaku tenga un final feliz” porfa.