•×• Headcanon: Akashi Takeomi •×•

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• Takeomi resultaba ser un tipo más sencillo de lo que parecía, pero con un carácter de perros •

Sus pestañas oscuras subieron y bajaron feroces con rapidez, translúcidas y parpadeantes, chocantes con la misma luz que atravesaba la ventana hasta la distancia de sus asientos

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Sus pestañas oscuras subieron y bajaron feroces con rapidez, translúcidas y parpadeantes, chocantes con la misma luz que atravesaba la ventana hasta la distancia de sus asientos.

—Eres una mala influencia.

—Aún no he respondido –recalcó ahogado en su propia risa–.

—Tus ojos lo dicen todo.

Fingió empujarlo para molestarlo.

Takeomi solo sonrió culpable, hasta que correspondió el gesto con devolverle la mirada y un brillo arrogante se apoderó de sus ojos. Daba la casualidad que tenía dos orbes muy bonitos; claros, con la lucesita suficiente y muy bien delineados, bastante penetrantes. Junto a esas cejas finas y espesas. Una estaba rasgada por la enorme cicatriz vertical que rozaba cercano a la finalización de su rostro enmarcado.

Hace lo que puede para que el grado de semejante perfección no le cale a un precipicio tímido, notado en el diminuto sonrojo por admirarle la cara.

—¿No responderás?

El tipo ríe ronco, con osadía y travesura. Se concentra en dibujar y desdibujar signos infinitos por los delirantes muslos descubiertos que llevan rato posados sobre sus propias piernas, sentados en el sofá. Ambos fingiendo de que ese nivel de confianza siempre estuvo ahí para ser descubierto.

—Ok. No fui yo como tal –por fin dice, mientras asimila soltar un humo como de costumbre a pesar de no sostener ningún cigarro por los finos labios–. Fue idea de ambos. Shinichirō quería probar y recuerdo que cuando lo intentó, entonces duró una hora entera tosiendo.

Se burló de su difunto amigo, pretencioso vandálico. Lo vuelve a empujar, cansada de que le tome el pelo. Le había preguntado después de varios intentos, cuál de los dos había comenzado a fumar primero. Le dejó la duda en el aire hasta que repitió otras dos veces cambiando la incógnita, alegando de que entonces fue el mayor de los Akashi el malhechor que comenzó el vicio. Pero para su sorpresa, Sano Shinichirō y Akashi Takeomi parecían compartir, además de ese mal hábito, la misma neurona.

Lo mira disimulada, con la sonrisa saliendo feliz del momento. Apoyaba el codo en el respaldo superior del sofá, para sostenerse el costado de la mejilla con el puño cerrado y clavarle dagas a su cuello con las cejas fruncidas. Sospechando que debía ser él el delincuente que llevó a ese tal Shinichirō a la primera golpiza. Siempre que podía, Takeomi le hablaba del mayor de los hermanos Sano, la leyenda con cabellera negra y ojos ónix, del cual nunca ni había escuchado por ahí.

Bueno, siempre le llevaba dos años de edad, pero alguien así debió de pasar al menos una vez por sus oídos. Se escuchaba bastante genial y tan soso a la vez, que juraba entonces, había estado saliendo con el tipo equivocado. Solo si el otro no estuviera muerto, claro.

TR ━ [ᴴᵉᵃᵈᶜᵃⁿᵒⁿˢ ⁻ ᴼⁿᵉ ˢʰᵒᵗˢ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora