Capítulo 2

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Tal vez esa había sido siempre la realidad y ella trataba de ocultarla. Si echaba la vista atrás recordaría el primer día que ingresó al club y su reacción al ver como el padre de su hija castigaba a una sumisa frente a todos, le entraron ganas de levantarse y replicarle, a pesar de que sus bragas se mojasen y las lágrimas picaran en sus ojos. Nunca fue una persona de ideas claras, se contradecía a sí misma entre lo que deseaba y lo racional, eso poco a poco fue cambiando pero todavía había indicios en algunas cosas.

—No fue una buena idea —opinó en voz alta, ganándose la mirada de sus compañeros.

—¿Qué cosa no fue buena idea? —interrogó Zaida, mirándola con curiosidad.

—Venir aquí esta noche —suspiró negando con la cabeza.

—Pues a mi me ha parecido una excelente idea, nosotros lo pasamos de maravilla y tú pudiste solucionar las cosas con tu hombre —anunció, Alan le dio un toque en el brazo para que se callara porque no estaban seguros de esa última información—. Oh, mierda... ¿No arreglasteis nada?

Cyara pareció pensárselo durante unos segundos pero la respuesta estaba más que clara aunque quisiera negárselo a sí misma.

—No, no lo hicimos —admitió—. Es por eso que fue una mala idea... —carraspeó, incómoda—. Voy a pedirle a Erick que me lleve a casa, la noche todavía es joven y merecéis disfrutarla.

Alan quiso refutar diciéndole que él la llevaría a casa, que ya la había traído y su obligación era llevarla de vuelta, pero la rubia fue rápida en caminar lejos de ellos, pues los conocía lo suficiente como para saber cuál sería su próxima acción.

Lo que no se esperaba es que Erick estuviera en medio de una sesión que ella no iba a interrumpir por nada del mundo, así que sin más salió al exterior, estremeciéndose por el aire fresco que golpeaba su piel. No iba a negar que le ardía la piel con cada pasa que daba, pues la ropa la rozaba y hacía una dolorosa fricción, una que le hacía recordar quien había sido el causante. Ese era el verdadero "para que te acuerdes cuando camines".

—No pensarás llamar a un taxi, ¿no? —la voz del padre de su hija le hizo sobresaltarse, dio un respingo en su lugar y se giró de forma brusca para mirarlo, él la miró con diversión mientras alzaba el cigarrillo que tenía entre sus dedos, indicándole que ya se encontraba allí fumando y que ella no se había dado cuenta de su presencia.

—Iba a pedirle a Erick que me llevase a casa pero está ocupado, vine con Alan pero también está entretenido con su novia y no quiero ser una molestia para nadie —le hizo saber, acercándose a él para quitarle el cigarro y llevarlo hasta sus labios. Él la observó sin decir nada, no era la primera vez que la veía fumando, si la primera después de mucho tiempo pero eso era lo de menos. Ya le había confesado que le parecía muy sexy cundo lo hacía, aunque ella se lo hubiera tomado a broma él lo pensaba en serio—. No sabía que ahora fumabas Malboro, es bastante más fuerte que el tabaco que yo fumaba...

—El Camel es mucho más suave, si —asintió, quitándoselo de los labios para darle él una calada. Se tomó un instante para expulsar el humo y la regresó a mirar, curioso—. Ni siquiera sé porque fumabas eso, a ti no te va lo suave.

—No, pero era menos dañino para mi salud —se encogió de hombros para restarle importancia.

La noche estaba fresca, la había disfrutado un montón horas antes como también la había sufrido, estaba haciendo un perfecto equilibrio entre lo bueno, lo mano y lo necesario. Y ahora estaba allí, con una ridícula conversación mientras fumaba del mismo cigarro que Christopher, algo que no estaba planeado ni mucho menos se había imagino, pero lo estaba disfrutando. Estaba el calma, sin rencores por parte de ninguno de los dos, todo más tranquilo que nunca.

Clara realidad Where stories live. Discover now