Capítulo 9

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Jet privado.

Cyara nunca había estado en un jet privado, no estaba acostumbrada a semejantes lujos. Christopher si, aunque no fuera algo de lo que abusara constantemente. Le fue inevitable reir al ver la expresión de la rubia, decir que estaba impresionada era quedarse corto, como un niño la mañana del día de reyes. Chilló emocionada colgándose el cuello de su esposo, quien la recibió gustoso.

—¿Ya te he dicho lo mucho que me encanta ese vestido? —ronroneó besándole debajo de la oreja.

—Como unas veinte veces pero puedes seguir diciéndolo que nunca me cansaré de escucharte —admitió sonriendo. A ella también le encantaba, estaba hecho a la perfección para su cuerpo y para ese día tan especial que nunca sería capaz de olvidar—. Es de una diseñadora española, su marca es Lil Butterfly.

Él no le prestó demasiada atención, su nariz ya se había hundido en su cuello y prefería emborracharse con el olor de su colonia. Olía al amor de su vida, así sin más.

—Son diez horas de vuelo —informó mientras se acomodaban en los asientos—. Puedes leer, dormir o puedo mantenerte ocupada.

—Me encantaría escoger la última opción, pero me vas a dar como cajón que no cierra y eso mejor lo dejamos para cuando estemos en el hotel.

Soltó una carcajada mientras tomaba los pies de la rubia para sacarle los zapatos de tacón, sabía de sobra que los pies le dolían, siempre se quejaba por esto. Comenzó a darles un masaje mientras ella sacaba un libro clásico de la literatura española para ponerse a leerlo. La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca.

—¿Cuál es la idea de la lectura? ¿Lo efímera que puede ser una vida soñada? —cuestionó él, leyendo el título.

—El mensaje que transmite el autor es más bien otro. Apuntaría al egoísmo —arrugó su nariz, desconforme con sus palabras—. No. En la última escena de la obra, el príncipe reflexiona en un monólogo que la vida es una ilusión y que los sueños, solo son sueños —admite, alzando la mirada de las páginas para encontrarse con esos oscuros ojos que ya la observaban—. Las personas tienen un afán de permanecer en una posición social, eso sigue pasando hoy en día y tu mejor que nadie deberías de saberlo. La avaricia les gana y van incluso contra sus propios hijos, pues es más importante el estatus social que el amor fraternal —relata de manera despreocupada dejando que las palabras salgan de su boca sin siquiera pensar en ellas. Le salía natural cuando se trataba de literatura. Sin embargo, su expresión cambió al darse cuenta de que estaba hablando mucho, como siempre, e hizo una mueca—. Lo siento, ¿te estoy aburriendo?

—Tú nunca me aburrirías, ángel —niega con la cabeza regalándole una sonrisa ladeada—. Anda, lee en voz alta ese libro que ahora ya me dieron ganas de saber de qué va.

—¿Y quieres escuchar? Sería mejor que leyeras por tu propia cuenta —murmuró divertida—. Sería excusando escucharte leer un libro, la verdad.

—Eso es jugar con fuego —chasqueó su lengua contra su paladar.

—Ya estamos acostumbrado a eso, ¿no? —alzó sus cejas—. Venga, ¿que tengo que hacer para que me leas?

—¿Qué puedes ofrecerme a cambio? —le siguió el juego.

Cyara empezó a enumerar cosas, muchas de ellas no iba a hacerlas ni aunque le pagasen pero tenía que poner una sonrisa encantadora y fingir que si para poder convencerlo. Christopher ya estaba muy convencido desde el momento que ella se lo propuso, pero era divertido escucharla negociar, de la misma manera que hacían los adolescentes cuando los padres les decían que volvieran a casa a medianoche y ellos pedían hasta la una y media.

Clara realidad Where stories live. Discover now