Capítulo 7

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Cyara había dejado de ser de esas mujeres que se creían lo primero que veían o escuchaban. Sabía que Christopher no era de esos hombres que correría en busca de otro coño cuando no tuviera el suyo a su disposición. Sin embargo, sabía que detrás de lo que había escuchado había una historia, una que quizá no se podría comparar con la suya. Lo miró a los ojos, buscando la sinceridad en estos, pasar tiempo con él también le había enseñado a descifrarlo por muy difícil que fuera.

—Probablemente estás pensando cosas que no son —habló por primera vez, tomando su mano para entretenerse con sus dedos—. Siempre he sido sincero contigo y voy a seguir siéndolo, que te quede claro.

—No estoy pensando nada... Lo único que sé es que ayer bebí demasiado, tuviste que venir hasta aquí cuando tu lugar era en el club, tenías un evento. Follamos, ¿por qué no me sorprende? Si cada vez que veo el fuego delante yo pongo las manos en él.

Christopher, quien siempre había sido muy selecto con las personas, ya no solo ardía de pasión, sino que suspiraba por ella. Enamorarse de Cyara fue su más bonita casualidad, hasta se derretía con sus defectos.

—Estoy hasta los huesos, ángel —admitió en voz baja—. Si acostumbras al diablo al cielo, no creo que vuelva contento al infierno.

¿Qué mejor que hablarle con metáforas a una filóloga? Definitivamente nada, era ese uno de los puntos blandos de la rubia. Lo cursi estaba bien, pero meter recursos literarios en plena conversación ya enamoraba.

Llevó su mano hasta su boca y dejó un beso en esta, sin romper el contacto visual en ningún momento. Debía de ser cierto eso de que los ojos eran la ventanea del alma, porque con solo mirarla a estos ya podía percibirlo todo.

—¿Tuvisteis vuestra historia? —cuestionó en voz baja—. ¿Una tan bonita como la nuestra?

—No —negó con la cabeza mientras soltaba las palabras—. Hicimos un par de escenas en el club durante un tiempo, ¿recuerdas a la chica que castigué el día que nos conocimos?

Cyara recordó el momento como si hubiera sido ayer. Estaba aterrada. Su coño se encontraba mojado por alguna extraña razón. Ella, una feminista empedernida, había disfrutado viendo como un hombre le levantaba la mano a una mujer y le privaba de su respiración mientras la tocaba. ¿Por qué razón? ¿Por qué su primera reacción no pudo ser otra diferente a esa?

—Fuiste muy duro —habló, mirándolo casi con recelo—. Le volteaste el rostro de una hostia, joder. Estaba llorando cuando la dejaste de sostener y se cayó al suelo.

—Y sin embargo no dejaba de suplicarme por más —susurró acariciando su mano—. Ángel, pudiste recriminarme eso en su momento, ahora sabes de sobra como funciona este mundo. ¿No lloraste tú en numerosas ocasiones? Puedo comprender que hay cierto momento donde solo es dolor, ¿pero qué hay del punto donde este se mezcla con el placer?

La rubia apretó los labios y se mantuvo en silencio. ¿Qué iba a decir ella que él no supiera ya? Si todo lo que sabía de ese mundo lo sabía gracia él. Era un ángel caminando de la mano del diablo por el infierno. Tenía pase VIP en ese lugar.

—Ninguna historia se puede comparar a la nuestra, que te quede claro —chasqueó su lengua—. No tienes que preocuparte de nada.

—Es ridículo que intente reclamar siquiera —soltó una risa bajando la mirada—. Seguimos sin ser nada.

—Y una mierda, ángel, no vuelvas con eso. Lo somos todo y siempre lo hemos sido —tomó su rostro con sus manos obligándola a hacer contacto visual de nuevo—. Nunca te pedí que fueras mi novia, ¿recuerdas? Simplemente empezamos a salir, surgió. Tuvimos problemas, ¿que pareja no los tiene? Pero no podemos estancarnos ahí, si tengo que arrastrarme por ti lo haré porque eres lo único que ha tenido sentido en mi vida.

Clara realidad Where stories live. Discover now