3 - Puertas al pasado.

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Nerea se sobresaltó cuando escuchó unos golpes suaves sobre la puerta de su habitación. Se imaginó que no serían ni sus padres ni sus hermanos, porque ellos nunca se molestaban en llamar. Guardó los dibujos apresuradamente en una carpeta y exclamó un "adelante" poco convencido.

—Hola —saludó su tía Beth, asomándose al interior y titubeando un poco. Nerea sonrió y le dijo que podía entrar —. ¿Cómo estás? —preguntó, sentándose a su lado en la cama.

—No lo sé —confesó Nerea, que sentía que su tía era la única capaz de entenderla un poco. No hacía lo mismo que sus padres. No se fijaba solo en sus hermanos porque eran los perfectos, los que merecían aquel sentimiento de orgullo, de haber hecho algo bien, sino que también se fijaba en ella, aunque era un completo desastre —. No sé qué hacer con mi vida.

—Poca gente lo sabe con certeza. Yo aún no lo tengo claro —bromeó.

—Eso no es cierto, eres una abogada de éxito.

—Yo quería ser escritora —dijo, sorprendiendo a su sobrina, que era la primera noticia que tenía —. De hecho, llegué a publicar una novela, pero no se vendió mucho. Es difícil llegar a algo en un mercado tan competitivo. Creo que el que más ejemplares compró, de hecho, fue Izan —Nerea contuvo una sonrisa, porque se imaginaba a Izan siendo el tipo de persona que va a una librería solo para comprar todos los ejemplares que tengan de la novela de una amiga suya. Era ese amigo que te apoyaba en todo. Él tampoco la juzgaba por sus tatuajes, ni los piercings, pero llevaba tiempo sin verle. Sobre todo porque vivía en Nueva York, pero también porque Emma decía que era una mala influencia.

—¿Me estás contando esto para que me olvide de mis sueños y me dedique a abogada porque probablemente acabe fracasando? —Beth se rio.

—No, te lo estoy contando porque no me arrepiento. No me arrepiento porque lo intenté. Salió mal, sí, pero lo intenté. Si hay algo que te apasiona, algo en lo que puedes pasarte horas y te parecen segundos, inténtalo. Nunca encontrarás un trabajo mejor si sale bien, pero vivirás amargada el resto de tu vida si sucumbes a los deseos de los demás. Es tu vida, que nadie te diga cómo debes vivirla. Tus padres tienen la mejor de las intenciones, pero los padres también se equivocan y creen que tienen que decidir por sus hijos y cometer los errores en su lugar. Pero equivocarse es parte de vivir, y vas a aprender mucho equivocándote, así que hazlo. No todos tienen la oportunidad, aprovéchala. 

—¿Has estado ensayando esta conversación? Te ha quedado un discurso bastante guay.

—Me has pillado. ¿Por qué tienes que ser tan perspicaz? La ensayé anoche delante del espejo —Nerea se rio y se giró para buscar la carpeta donde había guardado sus dibujos de manera apresurada. Dudó durante un buen rato, pero su tía no se movió, ni dijo nada. No la presionó, ni preguntó con curiosidad: "¿qué es eso?". Sólo permitió que la elección le perteneciese a ella y únicamente a ella.

Al final, se atrevió y dejó al descubierto aquel paisaje a carboncillo que parecía dibujado por una profesional. Beth abrió los ojos de par en par, casi conteniendo el aliento.

—¿Lo has hecho tú?

—Sí —Nerea nunca se había sentido tan vulnerable en su vida, aunque sabía que la reacción de Beth podría estar condicionada. Si pensase que era horrible, ¿se lo diría? ¿Le diría que le parecía una tontería, como probablemente diría su madre?

—Es increíble.

—¿De verdad? —preguntó ella, aún con su fachada de chica dura, sonrojándose sin querer.

—De verdad, Nerea, tienes que hacer una exposición o algo. No puedes dejar que yo sea la única que vea esto. 

—No es para tanto —negó ella, cohibida y volviendo a esconder la pintura dentro de la carpeta. Beth la observó durante un momento, y habló con suavidad. 

El mejor amigo de mi hermano (EMADMH#2)Where stories live. Discover now