5 - Enfrentarme a ti.

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Beth miró la carta con los ojos empañados. Seguía reposando en las manos de Nerea, que la estaba observando con atención. No podía hacerle aquello. No veintidós años después, cuando todo era muy diferente de cómo él se lo habría imaginado. No podía aconsejarle no ser orgullosa y, al mismo tiempo, querer libremente. No podía. 

—Beth... —murmuró Nerea, preocupada, pero su tía negó con la cabeza y atravesó la puerta de la habitación como un vendaval, bajando las escaleras casi a la carrera. Cuando estuvo fuera, sintió que el aire fresco no era suficiente. Era un día demasiado caluroso. Empezaba a odiar el verano. Siguió llorando con más fuerza, sin saber muy bien qué era lo que quería. 

Volvía a ser aquella idiota que tomaba malas decisiones. Volvía a ser idiota. Quiso llamar a Hugo, o no, no estaba segura. Le echó de menos, y eso le dolió todavía más. La respiración se le cortó, imaginándose que todo era diferente. Que Tobías podría haberla visto bailar y ser feliz, aunque llevaba mucho tiempo sin saber cómo ser feliz. 

—¿Beth? —se sobresaltó cuando escuchó aquella voz. Se estremeció. Pensó en huir —. ¿Qué ocurre? ¿Es por tu madre? —negó frenéticamente con la cabeza y empezó a caminar lejos de él. Tenía que pensar, volver a fingir que no pasaba nada. Tragarse aquel nudo de la garganta y ser consecuente. Lo pasado, pasado estaba. Ya no se podía hacer nada para cambiarlo —. ¡Beth! —Izan se interpuso en su camino, pero ella le esquivó. 

—Déjame, Izan, quiero estar sola. Por favor —él la miró con preocupación, pero no la siguió. Solo aceptó sus deseos. 

Izan miró hacia la casa y tocó a la puerta. Fue Nerea quien le abrió. 

—¡Hombre! Pero si es la persona más repelente que he visto nunca —comentó Izan, no esperando encontrarse con la hija de Emma —. ¿Cómo estás? —la abrazó, elevándola en el aire y haciendo que Nerea se riese. 

—Bien, te echaba de menos, Don —bromeó. Izan era el padrino de Nerea y, cuando era pequeña, le decía que le llamase Don, por "El padrino", mientras Emma le gritaba que dejase de decirle esas cosas, que no iba a ponerle a su hija una película semejante, y él replicaba que era un clásico y ella una aburrida —. ¿Has vuelto para quedarte? —siempre que iba a verla, deseaba que su padrino le diese una respuesta afirmativa a aquella pregunta, pero esa respuesta nunca llegaba. 

—No lo sé —dijo, con sinceridad, porque nunca lo sabía en realidad. Ya no le quedaba mucho por allí. Se llevaba bien con Celeste, pero ella había rehecho su vida y no quería entrometerse, Vanesa llevaba un tiempo estudiando cocina, decía que quería dedicarse a hacer feliz a la gente con comida, como su padre, lo que le hacía sentir más que orgulloso, sus amigos tenían sus propias vidas, y su hermano llevaba un tiempo comportándose de una manera muy extraña, ya casi nunca quería hablar. Era verdad que echaba de menos a su ahijada, pero él nunca había sido de quedarse en un solo sitio —. He visto a Beth llorando. ¿Qué le has hecho? Asumo que se ha asustado al verte la cara. 

—Vete a la mierda. 

—Oye, un respeto a tus mayores, niña. 

—¿Cómo que niña? —exclamó ella, indignada, haciendo que Izan se riese, porque era demasiado fácil molestarla. Si alguien era un niño, ese era él, nunca había dejado de serlo. Quizás por eso se llevaba tan bien con ellos. Aún se acordaba de cuando Vanesa era pequeña, diciéndole que era un padre muy poco responsable y que debería darle vergüenza. 

—Ahora en serio, ¿qué ha pasado? —la carta de Tobías aún le quemaba en la mano. La miró casi sin querer, preguntándose si debería enseñarle aquello a Izan. Parecía algo demasiado privado, pero, en el fondo, se preguntó si aquello desencadenaría que su padrino y Beth volviesen a enamorarse. No podía imaginarse nada mejor. O que, al menos, él decidiese contarle cuál era la historia detrás de aquella misiva —. ¿Qué es eso? —Nerea lo escondió tras su espalda de inmediato, porque sabía que aquello haría que Izan tuviese aún más ganas de saber qué era. 

El mejor amigo de mi hermano (EMADMH#2)Where stories live. Discover now