4 - Tobías.

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Beth tomó aire fuertemente y siguió a su sobrina al interior de la habitación, pero se sintió un poco perdida y no supo muy bien por dónde empezar. Nerea, en cambio, enseguida recorrió todos los rincones, con curiosidad, intentando conocer mejor a aquella persona que ya no estaba. Se quedó muy quieta frente al corcho que había sobre el escritorio, detrás de un ordenador portátil muy antiguo, donde había colgadas varias fotografías. Era la primera vez que veía una foto de él. 

—¿Era este? —preguntó, al tiempo que Beth musitaba una débil afirmación, sentándose sobre la cama con cuidado porque necesitaba un momento para reunir las fuerzas suficientes como para ponerse a revolver entre las cosas de su hermano —. Se parece un montón a Catalina. Bueno, supongo que Catalina se parece a él. 

Lo cierto es que tenían bastante parecido. El mismo color de ojos, la misma nariz, el mismo tipo de pelo, la misma sonrisa desenfadada. Ver a su sobrina mayor era como volver a verle a él, no sabía cómo Emma era capaz de soportarlo. Nerea, sin embargo, en el aspecto físico se parecía más a Raúl que a alguien de la familia Ibáñez. 

—¿Tocaba la guitarra? —Nerea cogió al aire la vieja guitarra de Tobías. Probablemente estuviese muy desafinada. Beth pensaba donarla, pero su sobrina mostró un interés inmediato por el instrumento —. ¿Puedo quedármela? 

—Claro —musitó la mayor, con un hilo de voz. Estaría bien que le diesen una segunda vida feliz. Se levantó y se acercó al ordenador. No estaba segura de si aún funcionaría, pero, cuando lo enchufó a la corriente, una pequeña luz blanca se encendió junto al cargador —. También cantaba. Le gustaba mucho componer. 

Beth escribió la contraseña y buscó la carpeta que contenía toda la música que Tobías había compuesto alguna vez. Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, clicó sobre una canción aleatoria y dejó que su sobrina la escuchase con devoción. 

Cuando la melodía terminó, quiso echarse a llorar, pero la curiosidad de su sobrina evitó que se derrumbase. 

—¿Por qué nadie me dijo nunca que había alguien guay en la familia? —Beth sonrió levemente y, de alguna forma, consiguió bromear. 

—Queríamos que nos admirases a nosotras. 

Nerea abrió el armario. Aún estaba repleto de ropa. Beth se aclaró la garganta y cogió algunas de las cajas que se había traído. 

—Vamos a guardarla aquí y la donaremos —su sobrina asintió y empezó a coger prendas, doblándolas cuidadosamente y dejándolas en las cajas. Sabía que aquello no estaba siendo fácil para su tía, pero no podía parar de imaginarse cómo sería la vida de aquella persona que no había llegado a conocer. Se pondría aquellos pantalones vaqueros aburridos, esas sudaderas grises sin apenas dibujos y se pasearía por ahí, con su guitarra, quizás esperando que alguien estuviese dispuesto a escucharle. 

—¿Cómo murió? —preguntó, casi sin querer. Necesitaba saberlo. ¿Sería por una enfermedad? ¿Un accidente? ¿Qué? Era demasiado joven. 

—Es una larga historia. 

—Tenemos mucho tiempo —Beth la miró de reojo. Habría preferido que se lo hubiese contado Emma, pero sabía que su hermana nunca hablaba de Tobías, y se sentía incómoda cuando lo hacía, como si fuese culpa suya el meterse en cosas tan peligrosas. Casi habría esperado que propagase su historia a los cuatro vientos, para enseñarles a sus hijos que no deberían acercarse nunca a las drogas, pero no lo había hecho. 

—Tu tío estaba muy triste —empezó a decir, pensando que Nerea ya era lo suficiente mayor como para conocer hasta los detalles más escabrosos, aunque Emma no quisiese que supiese nada de eso —. Ninguno de nosotros supo verlo, y él tampoco pidió ayuda. Se refugió en las drogas —su sobrina abrió los ojos de par en par, sorprendida, pero no la interrumpió por miedo a que ya no quisiese contarle más —. Cuando yo supe qué pasaba, ya era demasiado tarde. Le debía mucho dinero a gente peligrosa. Le mataron en un callejón de un navajazo. 

El mejor amigo de mi hermano (EMADMH#2)Where stories live. Discover now