...Capítulo 54: El límite del silencio...

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PoV Narrador Omnipresente.

....Tres semanas después....

El viento cálido soplaba entre las hojas verdes, rozando los capullos de las flores que anunciaban la llegada de una nueva estación. La primavera estaba a punto de arribar y con ella, maestros y aprendices volvían a habitar el Santuario, llenándolo de voces y convivencia.

El regreso de todos los caballeros junto con sus discípulos sentaba de maravilla a la energía del lugar, era como si el brillo de la vida se enfocara en cada templo nuevamente custodiado. Eran tiempos de renovación y oportunidades, Roselle estaba consiente de ello y no quería esperar más.

Aquella mañana, Roselle se despertó con mucho ánimo, hacía algunas noches que lo había discutido con su maestro y llegaron a la conclusión de que ya era momento de volver. Claro que Camus no le permitiría hacer mucho esfuerzo aún, pero el hecho de regresar a la arena la ponía nerviosa de la emoción.

Se levantó y duchó cuando el sol comenzaba a salir, su nuevo uniforme la esperaba a los pies de su cama, muy parecido a aquel que quemó en Siberia, pero con detalles que representaban el nuevo ciclo que ese día iniciaba. Al cocarselo y mirarse al espejo, se sintió diferente, más grande, más fuerte y más madura, quedando satisfecha con su reflejo y la silueta de su cuerpo.

Pero había un pequeño detalle que la hizo reflexionar, y es que después de tres meses, apenas se percataba de lo largo y descuidado que estaba su cabello. Quedó de cierta manera impactada por el crecimiento y por lo desaliñadas que lucian las puntas.

Su físico era a lo que menos puso atención en los últimos meses y la mitad de su cabello era prueba de ello. Roselle se reprochó porque a pesar de todo, tenía cierta vanidad en si misma y no quería mostrar un mal aspecto; pero no sólo era eso lo que la hacía sentir inconforme, sino que esa imagen ya no iba con ella ni con su concepción como persona.

Habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo que le hicieron replantearse su vida entera, y los cambios que tenía que hacer incluían tanto el interior como el exterior. Por su mente, pasaron los pocos recuerdos que conservava de su enfermedad, mismos que la hicieron tomar el valor para abrir el cajón y agarrar las tijeras.

Desde que tenía memoria, a Roselle le había gustado su cabello tan largo como era posible, tal vez porque nunca experimentó algo nuevo, pero el día llegó y no había marcha atrás. Tomo un mechón y lo cortó, siguiendo con otro y otro y otro.

No buscaba algo radical, solamente diferente, además, le sorprendió lo hábil que resultó ser con las tijeras. Al terminar, Roselle quedó encantada con el resultado, cambiando el largo de su cabello que estaba a la cadera para quedar a la mitad de la espalda.

Se sacudió para retirar los residuos y sintió su cabeza más ligera, más cómoda, incluso se notaba más abundante y con más brillo. Tomó los mechones cortados y fue a la chimenea de la biblioteca para arrojarlos sin dudar al fuego, pero no se quedó contemplando el crujir de las llamas porque Camus ya la esperaba.

Al salir del templo de Acuario, Roselle vió a Camus escalones abajo y sin demora, corrió a alcanzarlo. En cuanto a él, su mente recordaba las constantes conversaciones con Milo y el desahogo que sentía al confiarle su más grande secreto.

Roselle llegó y Camus la vio al instante, sin esperar el vuelco en el estómago que le causó mirarla. Lucía diferente en todo sentido, más entusiasta y resplandeciente, pero su cambio físico lo dejó sin aliento, tanto por el nuevo uniforme como por su nuevo corte.

Roselle irradiaba belleza en todo sentido de la palabra y Camus no podía ignorarla, sería un pecado si lo hiciese. Sus ojos la recorrían disimuladamente, destacando innegablemente lo atractiva que es; sin mencionar su cabello, que la hacía ver un poco más adulta y sin duda, hermosa.

Corazón De Hielo, Voluntad De Hierro 《Camus De Acuario》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora