...Capítulo 44: En las sombras...

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PoV Narrador Omnipresente

Camus.

Escuchó su nombre en un suspiro.
La sensación de despedida lo recorría por completo.
El sentimiento de miedo y desesperación invadía su ser.
Supo lo que estaba pasando en un instante y no dudó en ir a buscarla.

Dejó los leños a medio cortar para salir corriendo siguiendo el pequeño rastro del cosmos de Roselle que se desvanecía poco a poco.
Como señales de humo en una noche nublada, Camus no sabía con exactitud hacia donde dirigirse, estaba por todos lados y por ninguna parte.
Podía sentirla alejarse, pensaba en lo que pudo haber pasado.
Temía que hubiera quedado varada entre la tormenta o atrapada en una avalancha.

Lo que más le preocupaba era la constante repetición de su propio nombre, con ecos que retumbaban no sólo en su cabeza, también en su pecho.
No sonaba como un llamado de auxilio, era más una despedida
Se estaba dando por vencida y Camus no podía aceptarlo.
No soportaba la idea de perderla.
Así no era ella, no iba a permitirle irse de su lado.

El caballero de los hielos eternos corrió a gran velocidad mientras la idea de que Roselle lo dejara se hundía en su mente, como esas garras filosas que siempre trataba de mantener al margen.
El miedo empezó a apoderarse de su cuerpo al no encontrar ningún rastro de ella.
Sabía que no podía demorarse mucho, por cada segundo que pasaba, estaba más cerca de perderla.

Poco después, pareciera que su esfuerzo tuvo una recompensa.
Encontró a varias personas pidiendo ayuda y al menos vio a tres hombres acercándose al mar en una lancha, justamente en una zona donde el hielo se había fragmentado.

Las personas hablaban de una chica que se había arriesgado por una niña, y por las descripciones que daban era obvio de quien se trataba.
Camus lo dedujo de inmediato y necesitaba hacer algo rápido.
No sabía lo que pasaba, no sabía lo que le esperaba, simplemente debía encontrarla.

Por prudencia decidió alejarse un poco de la zona en donde las personas estaban reunidas.
No fue mucha la distancia, pero si la suficiente para no ser visto y para no perder el rastro que Roselle había dejado.
Encontró una parte del mar congelado en donde el hielo era blando.
Con un golpe seco, Camus lo quebró y no lo pensó dos veces antes de sumergirse en las aguas congeladas en busca de su alumna.

Para Camus, nadar a bajas temperaturas no era algo extraordinario, tampoco exponerse ante una tormenta.
Había entrenado toda su vida para ello, conocía sus límites y su resistencia.
Había hecho cosas peores, casi de locos, y sin sufrir ninguna consecuencia grave.
En cambio, Roselle apenas aguantaba estar afuera en un día tan helado, de milagro no se enfermaba y no se diga del agua. Camus tampoco se lo había planteado, no tenía pensado hacerla sumergirse en los mares de Siberia, al menos no por ahora.
Y que ella tomara ese riesgo sólo por salvar a un inocente, decía mucho.

Camus nadó y nadó, buscándola hasta el cansancio. Al no obtener nada, realmente comenzó a desesperarse.
Las probabilidades de encontrarla disminuían y estando tanto tiempo expuesta, hallarla con vida sería prácticamente un milagro.

Sentir las corrientes marinas tratando de arrastrarlo le hizo pensar en lo peor.
Las corrientes eran constantes y demasiado agresivas, el frágil cuerpo de una adolescente podía ser manipulado sin ninguna dificultad.
De ser así, Roselle pudo haberse ido para siempre, si no es que algo detuvo su cuerpo primero.
Camus no quería pensarlo y perder más el tiempo, así que decidió seguir la dirección que las corrientes le otorgaban.

Recorrió kilómetros en tan sólo segundos, dejando gran distancia de su lugar de origen a su ubicación actual.
Permanecía en un nivel medio, ese fue su error en primer lugar. Buscarla cerca de la superficie y no en lo profundo.

Corazón De Hielo, Voluntad De Hierro 《Camus De Acuario》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora