...Capítulo 41: Aurora Boreal...

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PoV ~ROSELLE~

.... 1 semana después ....

A partir de esa vez no pude descansar.
Pareciera que hubiese obtenido una maldición al encontrar las cosas del antiguo dicipulo de mi maestro porque desde ese momento, no pude dejar de pensar ni de soñar con él.

Todas esas noches inmediatamente al cerrar mis ojos aparecían imágenes de ese niño rubio; en la cabaña, en el bosque y en el vacío de Siberia rodeado de mar y glaciares.

El niño daba golpes, se caía, sangraba y volvía a levantarse.
Era fuerte, pero estaba triste.
Además, en cada escena escuchaba una voz detrás de él, la voz de mi maestro.
Camus gritaba y le daba instrucciones. Sonaba mucho más estricto de lo que es conmigo.
Trataba de hablar con él por las mañanas, pero por una u otra razón, las palabras no salían de mi boca. No me atreví a preguntar.

En cuanto a mi entrenamiento, es prácticamente el mismo de antes.
Honestamente no entiendo para qué me trajo aquí si estoy haciendo lo mismo que en el santuario.
La misma rutina de ejercicios y el mismo plan de entrenamiento.
La única diferencia era el clima.
Nada más.

Sólo recuerdo un sueño diferente y el chico rubio no estaba en este.
Me encontraba en el bosque, estaba nevando.
Caminaba sin un rumbo fijo y a la vez escuchaba un sonido.
Jadeos de agotamiento.

Me fuí acercando cada vez más hasta dar con la fuente de la que ese sonido provenía.
Luego escuché golpes, golpes muy fuertes.
Comencé a sentir desesperación al no encontrar nada y haberme adentrado más en el bosque.
Todo se veía oscuro y tétrico.

Comencé a correr sin sentido hasta que me detuve al ver una sombra.
Me acerqué lentamente.
Era otro niño, muy diferente a Hyoga o a Isaac.
Este tenía el cabello más largo y era un poco más alto.
Golpeaba con furia los árboles con las manos desnudas hasta romper la corteza pero era extraño; en cada golpe podía ver una fina capa de hielo que cubría los puños del pequeño.
Se detuvo sin ninguna explicación. Se miró las manos y se sentó sobre la tierra cubierta de nieve.

Vi como se limpiaba la sangre y el sudor, pero al levantar la cabeza no pude evitar dar un paso hacia atrás.
Conocía a ese niño.
Su cara era más redonda y sus facciones más finas, pero esos ojos eran los mismos.
Estaba viendo la infancia de mi maestro, su entrenamiento y su soledad; esa misma de la que ya tenía sospecha.
Sin duda alguna era Camus. No tendría mas de 6 años.
Tan pequeño, tan solo.

Desperté sin siquiera haber podido acercarme a él.
Había aún más dudas dentro de mi cabeza de las que ya tenía y la primera de ellas es el hecho de haberlo visto sólo a él sin ningún maestro que lo guiara.
Me froté la cara con las manos.
Seguí mi rutina diaria de aseo y bajar lista para un nuevo día de entrenamiento.

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Me encontré con Camus en el recibidor.
Lo saludé y él a mi.
Me dispuse a abrir la puerta pero en cuanto giré la perilla, Camus la cerró bruscamente y no me despegó la mirada de encima.

—Quítate el abrigo.

Me dijo.
La decisión en su voz era indudable.
Yo lo veía muy confundida y con duda por su orden, pero él insistió con la mirada a que lo obedeciera.

Me quité mi abrigo sin romper el contacto visual, lo voté a un lado y esperé.
Camus me miró de arriba a abajo y en ese tiempo, mi piel comenzó a sentir un cosquilleo.
Se lo atribui al frío que hacía y a que sólo traía puesto el uniforme de entrenamiento, que no es muy cálido que digamos.
Pero ese cosquilleo no sólo era por el clima; era algo más, algo diferente.
Camus abrió la puerta y me hizo una seña para seguirlo.

Corazón De Hielo, Voluntad De Hierro 《Camus De Acuario》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora