Lluvia

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La lluvia cae lentamente fuera de aquella pequeña casa donde la luz eléctrica se ha cortado hace aproximadamente una hora. Dos personas, contemplan silenciosamente, desde dentro de la oscuridad de la casa, a través de la ventana el magnífico paisaje gris iluminado de repente por algún rayo a lo lejos, acompañados de la orquesta de gotas que golpetean continuamente y los espectaculares truenos que erizan la piel de los dos oyentes.

De repente, la mujer se pone de pie, camina hasta la puerta y, al abrirla de par en par, el aroma de la lluvia le abraza junto a algunas gotas que salpican su ligero vestido, lo que la hace sonreír ampliamente. Sus ojos, también sonrientes, brillan de emoción, mientras que el hombre, que ha quedado junto a la ventana de la sala y que todo el camino la ha seguido con la mirada, bebe un sorbo de su té caliente para luego ponerse de pie y, a paso tranquilo, llegar a su lado.

Ella tiene la mano extendida y las gotas se estrellan sobre su palma para salpicar el brazo, sacude el mismo cuando siente como una gota comienza a deslizarse por su piel hasta llegar al codo, lo que le hace cosquillas. Ríe suavemente como para no romper la magia que los envuelve y, tras compartir una mirada cómplice con aquel hombre, se descalza para salir corriendo al jardín bajo la lluvia.

Las gotas frías se estrellan en su piel generando un involuntario escalofrío, abre los brazos para luego dar un giro que aquel vestido blanco y sus rizos sueltos acompañan. Ríe de cara al cielo y con los ojos cerrados, ríe sonoramente mientras sus pies se hunden en barro y algunos charcos.

Corre un poco del cabello que ahora se pega a su rostro para mirar hacia dentro de la casa y con un movimiento de mano invita a aquel hombre, que también se encuentra sonriendo y con la taza de porcelana en sus manos, a unirse. Le invita con esa sonrisa que siempre le puede, con esa felicidad contagiosa y él... Él sonríe de un modo amplio, se vuelve dentro unos pasos y tras dejar la taza se une a su danza.

Las gotas al tocarle le dan frío y ella se ríe alto y claro cuando involuntariamente se ha abrazado. Llega a su lado con los pies descalzos, sabrá quién en qué momento se los había quitado, y la envuelve en un abrazo con la excusa del frío. Giran bajo la lluvia, danzan junto a las gotas y la orquesta de fondo en un espacio solo de ellos.

No les importa estar mojados, con los pies embarrados, con la puerta abierta de par en par dejando que las pocas gotas que entraron comiencen a formar un hilito de plata que lentamente se desplaza por la junta de los cerámicos. Tampoco les interesa la posibilidad futura de un resfriado, ni siquiera el té a medio beber que quedó en la sala.

Lo verdaderamente importante es el ahora, y el ahora, es esta maravillosa lluvia que están compartiendo.

Agua para las floresOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz