Peces blancos

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Aquella niña mira con ojos fascinados los grandes peces nadando sobre su pequeña cabeza. Son preciosos peces blancos que se divierten haciendo piruetas en su amplio y claro mar, inquietos nadando, algunos aparentemente más cerca de ella y otros más lejos, algunos los puede ver claramente y otros se encuentran como difuminados, pero todos moviéndose hacia un mismo lado, la derecha. 

La niña no despega su vista de ellos, tanto por fascinación como por el hecho que algunos se le desaparecen para reaparecer en otro lugar, y eso le saca una risa que la briza eleva, que la briza se lleva para pintar el aire mientras corre libremente sobre aquel jardín de la pequeña casa.

Pequeña casa de donde una mujer con cabello de nieve sale para llamar a la niña que se encuentra rodeada de la primavera y recostada sobre el verde pasto del jardín. Aquella mujer le llama con una voz cálida y con esos ojos donde los años no han podido anidar a pesar de ya haber trazado arrugas en su piel, son ojos parecidos a los de la niña, con los que mira por un momento los grandes peces.

Así, niña y mujer contemplan una vez más aquellos seres y luego, entre risas e historias, entran dentro de la pequeña casita de grandes ventanas para almorzar, dejando fuera a aquellas hipnotizantes criaturas.

Pequeños y grandes peces, todos de plata que nadan sobre sus cabezas todos los días, que ahora han quedado fuera, jugando en su claro mar, ahora sobre la casita. 

Peces blancos, grandes y pequeños, que la gente suele llamar nubes.

Agua para las floresWhere stories live. Discover now