Capítulo 44: Recuerdos.

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Como buena y respetable criatura cínica que soy, al día siguiente, a lo que vendría a ser la tarde, me presenté en la casa que Selena solía compartir con sus padres. Onir aún no había sido informado de mi salida culinaria, por lo que pensaba que ella aún seguía con vida.

Golpeé la puerta, lucía una cara preocupada.

— ¡¿Se encuentra Selena?!—Pregunté desesperado cuando la puerta se abrió y pude ver la cara larga de la madre. Era difícil mantener la actuación con el regocijo que me invadía.

—¡Pensamos que estaba con vos!—Su cara hizo una transición a la cara  humana estándar de horror. Eso quiere decir, sus ojos se abrieron cual piernas de furcia, y su mandíbula cayó en silencio.

Agarré a la anciana de los hombros y fingí ponerme histérico cual homosexual en televisión nacional.

— ¡¿Siquiera ha llamado?!—Obviamente, la respuesta que recibí fue un “no” ahogado por el temor.

Entré e inmediatamente el perro se me abalanzó encima. Lo tomé del cuello como si fuera una serpiente ponzoñosa y le dí una buena sacudida.

El padre de Selena vino a ver que pasaba. Yo, como buen  mentiroso, le dije que No había recibido mensajes de Selena en todo el día anterior y eso me había preocupado, ya que ella era la que solía empezar las conversaciones.

Nos sentamos en la mesa y yo propuse que nos serenásemos, que no actuásemos con apuro. Ellos tenían que pensar las cosas, Organizar sus pensamientos y tener dcierta esperanza. Y  sobre todo permitirme darles, con el tiempo, diferentes dosis de realismo que menguaran esa esperanza, limándola poco a poco.

Me dirigí a la pieza de Selena con la excusa de intentar encontrar algo que sirviera de pista. Mi oficio era de guardaespaldas y, supuestamente, tenia entrenamiento militar. Por lo que ese par de ancianos, sabiendo quien soy (Supongo que debido a la lengua suelta que tenía Selena), confiaron en mi.

¡La madre la había limpiado! La habitación se encontraba impoluta. Las tazas de té habían desaparecido, al igual que el resto del desorden causado por la difunta. Una sonrisa se dibujó en mi cara, no lo pude evitar. Las pocas pistas que podría haber dejado, habían sido borradas por una madre que pensaba que su hija estaba a salvo. Bendita ignorancia  humana. Bendita su rutina, que será su perdición.

Revolví un poco la habitación, solo para aparentar que había buscado pistas. Encontré una bolsa de papas fritas a medio comer guardada en el cajón de la mesita de luz.

Deseche la sonrisa y volví con los padres de Selena mientras comía las papas fritas. Estaban deliciosas.

—Nada. Solo esta bolsa de papas que no pienso desperdiciar. Pero luego de eso, nada. Es como… si alguien hubiera limpiado—Fingí sorpresa.

Entonces la madre confesó que lo había limpiado. Rompío en llanto. Yo en ningún momento dejé de comer papitas.

—Señora, soy guardaespaldas del presidente. Puedo hacer que este caso cobre relevancia, y así podríamos encontrar a Selena un poco más fácil—la abracé para consolarla. Ver lo que había creado me estaba causando una alegría enorme: Matar a Ecallawlednemniwrad había sido algo que nadie sufrió, pero esto… un país entero  conocería  el sufrimiento de esa madre  que yo estaba abrazando, solo debía mover bien mis fichas.

Prometí informarle al señor presidente de esta desaparición, y así lo haría. No diría la verdad, no, eso sería aburrido. Iba a mentir.

Me despedí de los padres de Selena y me encaminé a casa. En el camino recordaba la escena sádica del día anterior.  La belleza macabra de ese asesinato es algo que nunca olvidaré.

Los ojos del cambio (Los nacidos de Aigma #1)Where stories live. Discover now