Capítulo 19: infiltrado.

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A la mañana siguiente sentí que alguien tocaba la puerta.  No le presté atención, ya que aún no conocía como funcionaban las costumbres asociadas a las puertas terrestres.

De pronto y con un aviso al que yo ignoré, la puerta se abrió bruscamente y Onir  entró enojado.
— ¡Hace ocho minutos que estoy golpeando la puerta, y no das señales de vida!
— ¿Los golpes en la puerta son para ver si alguien  está vivo? Interesante—Dije sin apartar los ojos del libro de ciencia ficción, que estaba leyendo con entusiasmo. Onir se calmó al comprender que el error había sido suyo, al usar códigos humanos con un Morfius.
—Generalmente se usan a modo de pedir permiso para entrar al lugar, lo que implica llamar la atención de la persona que ocupa el interior del espacio al que se accede por la puerta—Me explicó—. Veo que te gustaron los libros—Observó luego.
—Obviamente. Debo conocer a los humanos si voy a vivir entre ellos, y muchas veces una autopsia rápida entrega poca información. Estos libros, Onir, son muy valiosos  en caso  de que necesite salir de situaciones complicadas; siempre y cuando se den las condiciones correctas, claro está.
—No podía ser de otra manera. Si me acompañas a mi pequeña sala de conversaciones te explicare como serán nuestros siguientes pasos.

Bajé el libro, mire a Onir desganado y salí de la cama pesadamente.
—Más te vale que sea algo importante.
—No estás en posición de exigirme un nivel de relevancia mínimo en las tareas que te son asignadas. Te pese o no, soy tu superior en esta misión.

Onir estaba por marcharse, pero justo cuando estaba por volverse vio el papel que me había dado, en blanco. Me miro serio, con los brazos cruzados.
—Es el himno de Aigma ¡No puedo borrarlo!
—Sí puedes, no quieres.
— ¡No! ¡No lo comprendes! Desde mi más tierna infancia me ha acompañado.

Le mostré los dientes
— ¿Que edad tienes?
—Creo que unos 8 meses, aproximando. Tal vez menos. ¡Pero no es el punto!— Le respondí sin calmarme.
—Algún día iras a Aigma, si sobrevives esta misión. Para eso te necesito cuerdo ¡Así que borras y reescribes ese condenado himno antes de que calcule el ángulo de lanzamiento y te ponga en orbita atado a un poste!                   

—Bien. Pero si algún día te despiertas  sin una mano, ya sabes a quien culpar.
—Te doy un par de horas para que lo hagas, luego vienes a verme.
—Dame cuatro.
—Tres.
—Cuatro.
—Tres y cuarto, y es mi ultima oferta. O aceptas callado, o te vengo a buscar en  un par de horas ¿Tenemos un trato?

Asentí con la cabeza, pero deseaba de maldecir a Onir. No lo hice porque sabía, en el fondo, que él tenía razón.

Tomé la lapicera y el papel, y comencé a escribir bases nitrogenadas abreviadas. Cualquiera que leyera el papel no lo comprendería: estaba escrito en Aigmeano, por lo tanto, solo parecían una serie de garabatos redondeados y  refinados. El Aigmeano, por cierto, se lee en espiral, desde el centro hacia fuera. Por eso, en nuestro idioma, la palabra “libro” se traduce también como “disco escrito”. La razón para escribirlo de esa manera es intentar imitar la manera en la que nuestras bases nitrogenadas se recombinan, y a la vez  aprovechar el espacio disponible.

Escribía lento, mis músculos no estaban adecuados a hacerlo. Por algo había pedido cuatro horas.

No lo lograría, era evidente. Una hora y media había pasado y no llevaba escrito ni siquiera un quinto del código. Debía buscar otra forma.

Se me ocurrió copiarlo en otra parte de mi memoria genética , borrarlo del lugar donde causaba problemas y luego reescribirlo en el mismo lugar, borrándolo del provisional. Pero ¿funcionaria?

No tenía nada importante que perder. Tal vez la cordura, pero El culto demostró hace milenios que se puede vivir sin ella. Intentarlo no me perjudicaría…

Los ojos del cambio (Los nacidos de Aigma #1)Where stories live. Discover now