5. ¿Cuál es la verdad?

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—Oigan, no es necesario que sirvan como escoltas.

—Por si las dudas —se limitó a decir Atsushi mientras seguían subiendo las escaleras.

Chūya prefirió quedarse callado a partir de allí, aunque quisiera recriminarles que él no era ningún frasco de cristal que se resquebrajaría con el mínimo toque. Sabía que las intenciones de sus amigos eran protegerlo, camuflar el olor que traía encima al tenerlo en medio de ellos, pero aquella sobreprotección por situaciones similares siempre le había abrumado. Se sentía tal como cuando le llegaba el celo de forma inesperada y tenía que buscar soporte en forma de guardaespaldas para que fuera llevado hacia la enfermería, esperando a que su hermana apareciera para poder marcharse.

De reojo, a veces observaba a Akutagawa para entretenerse, pues cuando pasaban cerca de algún grupo o alguna sola persona, tiraba del brazo de Atsushi hacia adentro como si no quisiera que alguien lo mirara o siquiera rozara con él. Este último solo ladeaba la cabeza con un mohín al creer que era otra forma de incomodarlo.

Le causaba gracia ver que uno era muy evidente, y el otro muy idiota para notarlo.

Ahora, lo que él quería era ir por sus cosas y marcharse de una vez. Lo cierto es que hubiera preferido quedarse y simular que nada había ocurrido, pero por recomendación de la enfermera, decidió irse a su casa. Al tener aquellas feromonas encima e impregnadas en cada prenda que utilizaba —que no eran sutiles— podría llamar la atención de otras personas y crear rumores erróneos. Solo deseaba que Kouyou no se encontrara en casa o sería atacado con preguntas acerca de por qué había comparecido tan temprano en casa.

Se despidió de los dos menores cuando llegaron a su piso y siguió caminando hacia arriba junto a Tachihara.

—Creo que deberías esperarme afuera del aula, yo iré por tus cosas —sugirió su amigo y él no tuvo intenciones de negarse, por lo que simplemente asintió —, así evitamos que los demás noten tu olor.

Inhaló profundamente, dándose cuenta que por más años que pasaran, él aún seguía siendo dependiente de alguien.

Habían momentos en que le daba igual ser un omega, había aceptado esa condición con una normalidad inesperada cuando se reveló como tal, pero eso no evitaba que existieran pequeños rayos de frustración en los que llegaba a aborrecerlo con toda su mísera existencia. El alcabose era recordar que no sólo era un omega, sino uno defectuoso, por sus celos irregulares, por su maldita debilidad a las feromonas ajenas. Lo odiaba.

—Chūya...

Alguien llamó en voz baja.

En medio de sus cavilaciones dañinas y colocando apenas un pie sobre en el sexto piso, no esperó encontrar dos brazos que rodearan su menudo cuerpo, aferrando los dedos a su ropa como si fuese a desaparecer en cualquier momento. Sus malos pensamientos se disiparon y su cuerpo se tensó en un segundo por la estupefacción, solo para volverse a relajar al percibir las feromonas alfa que rodearon su cuerpo.

—¿D-Dazai?

—Dijiste cinco minutos y desapareciste casi una hora —susurró en su oído, y sentir su aliento tan cerca, tan suave y tan cálido hizo que se quisiera derretir en sus brazos.

Maldición ¿Por qué siempre se sentía tan bien cuando estaba cerca a él?

—Tuve un pequeño contratiempo... —alcanzó a decir, aferrando sus manos a la camisa del castaño, inhalando con vehemencia ese aroma a café que añoraba.

—Pequeño eres tú, no el "contratiempo" que te llevó a parar a la enfermería.

—Cállate, idiota —regañó despegando el rostro de su pecho para mirarlo a los ojos —. Y no miento cuando te digo que no fue la gran cosa. Fue un accidente, nada más.

Negando Al Destino ||Soukoku/Shin Soukoku||Where stories live. Discover now