6. Pequeños Secretos

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—Vi que se te cayó ayer, así que pensé que podría devolvertelo. No te preocupes, no escuché nada de allí por más que fuera muy tentador —dijo aquella chica de cabellos negros y cortos con una grabadora en la mano, mirando amablemente al chico en frente suyo y quien había quedado paralizado —¿O me lo quedo?

—¡No no no! Gracias por el gesto. —aceptó el objeto casi de manera robótica y ella simplemente le sonrió e hizo una pequeña reverencia, dándose la vuelta para volver a caminar hacia su aula, o al menos eso aparentaba.

Doblando una esquina se detuvo, encontrándose con un rostro familiar aguardando por su llegada.

—¿Entonces este es mi pretendiente? —cuestionó la alfa con cierta desilusión, colocando una mano en su cintura —. Cuando me hablaste de él, pensé que sería alguien un poco más interesante.

—Pero al menos ahora que finalmente intercambiaron palabras, probablemente él se atreverá a algo más —comentó fingiendo seguridad, porque seguramente Kunikida necesitaría diez mil empujones antes de atreverse a tomar la iniciativa. El castaño llevó a ambas manos a sus bolsillos y le sonrió amablemente a la chica —. Gracias por tu ayuda, Yosano.

—¿Y bien? Dijiste que si lo hacía, me dirías para qué querías la grabadora del presidente —dijo con voz calma, aunque en ella se notaba un verdadero interés en el tema —. Eres nuevo, Dazai ¿Qué puedes querer de él?

—No tiene que ver con él —dijo indiferente y se encogió de hombros, luego caminó con pasos lentos para pasarla de largo —, solo que él tenía algo que necesitaba.

A Dazai ahora le tocó doblar la esquina y perderse entre los demás estudiantes.

Yosano se quedó mirando a aquella dirección por unos segundos, un tanto curiosa por la personalidad de su nuevo compañero de clases. Le había llamado la curiosidad desde el primer día que se presentó en su aula por aquella aura misteriosa, que escondía tintes maliciosos en todas sus capas. Ella tampoco era un experta, pero cuando analizaba su peculiar comportamiento y centraba su ojos en aquella mirada café, encontraba que había algo que ocultaba detrás de aquel rostro despreocupado. Algo un tanto turbio.

Algo que ella quería descubrir.

Por su parte, Dazai subió las escaleras bastante decidido, pero no llegó hasta su piso, sino que se detuvo en frente del aula de Chūya, dándose cuenta que el omega todavía no llegaba por lo cual creyó que sería un momento oportuno para actuar.

*****

—¿Atsushi faltó? —cuestionó el pelirrojo al entrar al aula de los menores y darse cuenta que una silla estaba vacía.

—Está en celo el idiota —farfulló Akutagawa con clara molestia —. Gin se quedó a cuidarlo y me mandó a tomar apuntes dobles —se quejó en voz baja, porque a pesar de todo, no quería que fuese público aquel hecho —. Y para rematar, no encuentro mi bufanda —dijo de forma aleatoria para completar la mala suerte que tenía ese día.

A veces Chūya no podía entender cómo se sentiría vivir con tu crush literalmente al lado de tu cuarto, despertarse y enterarse de que estaba en celo.

Eso es lo que vivía Akutagawa cada tres meses. Viviendo Gin, Atsushi, Kyouka y él en un mismo apartamento, no sabía cuantas anécdotas tendrían que contar, pero al menos podía agradecer que nadie de allí fuera un alfa, porque sino más que anécdotas serían problemas.

Aún recordaba cuando Dazai llegó un día a su casa, le tocó la puerta, y cuando la abrió se encontró a tres pequeños mirándolo con ojos curiosos y temerosos, Kyouka se aferraba a Atsushi, Atsushi se aferraba a Akutagawa —y a un tigre de peluche—, y Akutagawa se aferraba a un higo. Fue una escena bastante curiosa.

Negando Al Destino ||Soukoku/Shin Soukoku||Where stories live. Discover now