22. Hacer las cosas bien.

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Atsushi recordaba bien la veces que Akutagawa y él pudieron sostener conversaciones como buenos y normales amigos.

No solía hacerse muchos líos mentales o martirizarse recordando cosas pasadas. En algún momento no le encontró sentido pensar en cosas que pudieron ser y no fueron, a veces lo hacía inconscientemente, pero en su mayoría prefería solo ver al futuro con la ilusión de tener un gato al cual llamar Pantufla.

Por eso es que le parecía extraño ahora estarse teletransportando al pasado. Ese momento en el que, si bien tenía sus preocupaciones, su relación con Akutagawa no era una de ellas.

Se veía a sí mismo, una tarde en la que Chūya había llegado a casa de ambos después de clases. Lo recordaba bien porque el ambiente que rondaba entre ellos seguía siendo extraño dada la reciente ida de Dazai hace unas semanas, y al parecer Chūya había estado haciendo lo posible para mantenerlos con la mente distraída por lo cual creaba unos singulares cuentos en los que explicaba los motivos de la partida de su amigo.

Estaban jugando Monopoly en el cuarto de Akutagawa. Chūya estaba perdiendo todas sus propiedades, Akutagawa se estaba haciendo millonario, y Atsushi aprovechó que estaba en la cárcel para comenzar a jugar con los muñequitos sobrantes.

Pasaron los minutos, y Chūya comenzó a quedarse dormido. Desde antes ya les había dado entender que tenía una incomodidad en la cabeza, pero que estaba bien (cosa que no terminaba de cerrar). Según él, era un resfriado común. Al final, y descubriendo otra de sus habilidades, Chūya se terminó quedando dormido ahí sentado mientras Akutagawa leía la carta en la que recibía más dinero.

—¿Lo despertamos? —preguntó Atsushi, mirando a su amigo que ya había comenzado a juntar la piezas.

Negó.

—Se veía que estaba cansado. Los resfriados sí pueden llegar a derrumbarte.

—Deberíamos llevarlo a la cama.

—Tendríamos que despertarlo. Si lo despertamos, se forzará a seguir despierto. Hay que ir preparando la cena —dijo guardando el tablero sin molestarse en ser silencio. A pesar de todo, Chūya tenía el sueño pesado.

—¿Prepararla...?

Akutagawa parpadeó un par de veces y rectificó:

—Ir al teléfono para pedir delivery.

Eso sonaba perfecto, porque apenas sabía hervir agua sin evaporarla y Akutagawa había quemado tres huevos.

Akutagawa le tendió la mano y él se puso de pie para seguirlo hasta la cocina, dejando a Chūya en su país de las maravillas. Como era su única especialidad, Atsushi puso a hervir agua mientras que Akutagawa se acercó al teléfono para la pared para ordenar una pizza, porque no había nadie que les dijera que tenían que comer sano.

Atsushi, más por aburrimiento que por fastidiar, aprovechó que Akutagawa estaba mirando a la pared para ir a recostarse en su espalda. Con un sonrisita, escuchó a Akutagawa debajo suyo quejarse, pero este tuvo que ser discreto hasta que terminó de dictar la dirección de la casa al teléfono y colgó la llamada.

—Atsushi, si quedo con la espalda chueca por tu culpa...

—No va a pasar naaada —alargó la a para sonar más despreocupado y se dio la vuelta para apoyar el mentón en el hombro del contrario—. Solo estoy cansado, y eres cómodo cuando no te andas quejando.

—¿Estás cansado? Pues bien —dijo y Atsushi se sobresaltó cuando su soporte se vino abajo por un momento. Akutagawa lo tomó de las piernas y lo cargó al estilo caballito—. Vamos a quitarte ese cansancio.

Negando Al Destino ||Soukoku/Shin Soukoku||Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin