13 No actúes en vano por mi amor

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El destino es una perra.

Eso lo sabía Takemichi tan bien que le daba asco el solo pensar en las consecuencias de cada acto que ha tomado en su vida, puedes pasarte la eternidad siendo una buena persona y el universo nunca te va a devolver lo mismo que tu das, siempre salen victoriosos los villanos que usan a otros como piezas de ajedrez con el fin de ganar la partida.

Hanagaki había pasado su vida siendo un buen tipo ¿y eso a donde lo había llevado? a ser humillado, usado, secuestrado y drogado, a no poder hacer ni una maldita cosa bien para proteger a las personas que ama ni poder ser capaz de permanecer a su lado. Takemichi estaba harto de ser un buen tipo y su estado mental que no hacía más que ir en picada no ayudaba a que tuviera mejores metas que deshacerse de aquel que pensaba era el culpable de cada uno de sus problemas, debía matar a Kisaki.

Pero cada acto que el rubio realizaba tenía un precio, lo sabía bien y en este caso el precio que debía pagar por la muerte de aquel que lo metío en un abismo sin saber que ahí encontraría su propia perdición, era uno que ya no le importaba lo bajo que debía caer para pagarlo -o al menos eso se repetía- porque lo que le había ofrecido a Izana a cambio de llevar a cabo su venganza ya no solo era su compañía, sino que estaba entregando todo de sí al de ojos violetas con tal de llevar a cabo su cometido.

Le prometió esa noche entre lágrimas y dolor que nunca más lo apartaría, no porque lo amara, sino porque necesitaba su fuerza, lo necesitaba a él para aferrarse a la posibilidad de salir victorioso y es que una vez se dio cuenta que ya no le quedaba nada solo pudo pensar que lo más cómodo para su lastimada alma era dejarse llevar por la locura y la oscuridad que representaba ante sus ojos Izana Kurokawa.

Tal vez por eso ahora mismo se estaba dejando besar sin pudor alguno por unos labios que no eran de la persona que amaba.

- Izana...- la voz de Takemichi se veía ahogada por los labios del de hebras blancas, que le arrancaba suspiros mientras moldeaba sus labios de manera hambrienta y feroz, Hanagaki solo se dejaba hacer mientras sus manos eran apresadas por las del de orbes violetas.

Al escuchar la voz del rubio salir en un tono bajito se separó ligeramente dejando un hilo de saliva entre ellos, los magullados labios de Takemichi se veían de un tono rojizo brillante al estar cubiertos por la saliva y un poco de sangre que quedó tras ser mordido por Izana, ambos se miraron teniendo la respiración ligeramente jadeante.

- ¿Qué pasa? - la voz de Izana salía ronca mientras lamía sus propios labios sin dejar de ver los que hasta hace un momento degustaba a su antojo.

- vas a llegar tarde a tu reunión...Rindou ya...vino a hablarte tres veces - Takemichi se sentía sucio, específicamente se sentía como un juguete que Izana usaba a su conveniencia, pero tampoco podía hablar mucho cuando él también lo estaba usando.

- a la mierda la reunión...no quiero ir si no vienes conmigo - dijo en un tono bajo pero grueso mientras besaba el antes blanquecino cuello de Takemichi, llenándolo de marcas rojizas que en unos días se tornarían moradas, este soltó un jadeo mientras apretaba las manos de Izana, su cuerpo reaccionaba ante las estimulaciones de aquel que lo apresaba con su cuerpo aunque en secreto prefería imaginar que era cierto rubio el que le hacía esas cosas, así no resultaba tan doloroso.

- yo... - el de ojos azules habló entre jadeos al sentir que su cuerpo era recorrido por unas manos delgadas pero firmes, sin pudor alguno, sabía que si no lo detenía iba a comenzar a querer algo más que caricias y besos y Takemichi no quería tener que pensar en la posibilidad de ser tomado por él, por alguien a quien no amaba y gracias a Dios hasta ese momento no había intentado llegar hasta el final, - ah! e-está bien, iré contigo - se logró zafar del agarre de Izana al sentir una mano apresar su muslo, se enderezó en la cama viéndolo con el rostro sonrojado y sintiéndose realmente avergonzado.

Por una vez... quédate!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora