➳Capítulo 37: El CEO, el asistente, y la cama

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Todos los días de mi vida recordaría que no era una persona madrugadora exactamente, ni una a la cual pudieran simplemente buscar a tempranas horas y esperar una conversación afable.

Así que, cuando me despertó el sonido de unos golpes en la puerta directamente de mi apartamento, antes de que sonara mi alarma siquiera, supe que iba a ser otro día caótico en el desastre de mi vida.

Me levanté arrastrándome sin siquiera quitar mi teléfono de mi cuerpo—por lo que cayó al suelo y que en paz descanse—y no pensé siquiera en pasarme por el lavabo antes de atender a quién sea que estaba llamando como si estuviera en las puertas del cielo. 

Parpadeé los restos de sueño de mis ojos y me peiné con los dedos la maraña antes de abrir y ver a un hombre con una plancheta entre sus dedos mirándome. Tenía una gorra con visor de color celeste bastante vistosa que llevaba bordado una especie de logo en frente. Sonrió al verme y yo no tuve tiempo de obligarme a ser amable. 

—Buenos días...—

Gruñí, apenas manteniendo mi cortesía. 

—Buenos días. Escuche, si son galletas, mi hermano es alérgico al chocolate y si es el que hace «censo», déjeme decirle que ya no caeré en eso porque la última vez me robaron un microondas. 

El hombre apretó los labios, y aunque lo normal sería que fuera por estar consternado por lo que dije, a mi me pareció que estaba conteniendo la risa. Claro, es gracioso cuando no eres tú el que perdió trece mil wones en frente de tus narices en un armatoste que terminaba incendiándote el brazo en vez de la comida. Y tal vez suene como que me estuvieron haciendo un favor al llevárselo, pero ese microondas era tan resistente como un Nokia que aguantaba los azotes de puerta que le daba cuando me calentaba los panes solo por fuera. 

Habíamos tenido una relación amor-odio, mas sufría su ausencia todos los días.

Mis ojos se posaron en ese mismo momento en el dibujo de la gorra, puesto que el chico era unos centímetros más bajo.

«Sleepy Koala» 

Mi cerebro trató de recordar de donde me sonaba familiar, y me quedé entrecerrando los ojos, calculando aunque mi atención se dispersara cada milisegundo.

—Nada de eso, no se preocupe. ¿Usted es el señor Kim SeokJin? 

—... ¿Sí?— contesté con miedo, porque mis neuronas seguían tratando de hacer sinapsis y relacionar el «Sleepy Koala» con algo que ya conocía y que no lograba definir. Sonaba a una marca, ¿pero de qué? 

El hombre continuó sonriendo e hizo un gesto hacia el costado, como animando a otra persona a acercarse. 

Creí que solo era alguien que no había visto por el punto ciego en el que estaba, pero la somnolencia salió por completo de mí cuando vi no solo a una, sino a cuatro personas. Dos de ellas sostenían unas cajas bastante grandes (en donde podría caber una bomba, no sé) y las otras dos tenían... ¿dos colchones?

De pronto Sleepy Koala tenía sentido.

Carajo. ¿Como siquiera habían podido alzar eso hasta aquí?

—¿Podría firmar en la línea?— me preguntó el hombre en frente de mí, dándole golpecitos a la placheta sobre la susodicha línea punteada, trayendo mi atención de nuevo a él. Mientras, los hombres con el colchón se acercaron amenazadoramente a mi puerta.

—Uh, creo que hay un error. Deberá haber otro Kim SeokJin en el edificio, porque yo no pedí... todo esto. 

El hombre-gorra sacudió la cabeza y me pregunté cómo no se le salió volando la gorra al hacerlo. 

Miss Kim〖NamJin〗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora