➳Capítulo 11: La leyenda y la bomba (no literal)

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Decir que lo que TaeHyung me había revelado no me dejó con un mal sabor de boca sería un crimen. 

Toda la tarde del domingo lo recordaba cada vez que veía el rostro de JungKook, y me sentía cada vez peor culpable. Lo menos que quería era hacer sentir a JungKook miserable; por eso batallaba tanto con los trabajos. Quería darle algo mejor. Quería sacarnos de este pozo cada vez más hondo, o al menos, hacer de escalera para que JungKook saliera, conmigo o sin mí. 

Era lo menos que podía hacer por él, y también por eso creía... que si me esforzaba lo suficiente en KimCo y conseguía el trabajo definitivo, podría pagar esa cirugía. 

La que devolvería a mi hermano la capacidad de caminar de nuevo. 

Sin embargo, para eso aún quedaba mucho, y me parecía como si mi mecha de vida se acabara doblemente rápido desde que NamJoon me había contratado. 

Estaba desesperado como nunca antes, porque era la primera vez que amenazaban con llevarse a JungKook, y yo no tenía al mundo de mi lado. 

Si no hacía algo, me quitarían a la única familia que me quedaba. 

Así fue como de nuevo me quedé casi toda la noche investigando sobre otros hospitales y formas en la que podía conseguir lo que me pedían y gastar lo mínimo. Como no quería volver a pasar lo que pasó con mi jefe la última vez que hice aquello, me dormí a las cuatro. Creía que dos horas serían suficientes, y fue un alivio cuando desperté y no me sentía tan cansado. 

Aquello me dio tanta energía que hasta pude entablar una conversación con YoonGi sobre lo pésimo que era el tráfico a esa hora en el centro, y de alguna forma descubrí que trabajaba para JiMin antes de NamJoon, pero no me habló mucho del tema porque ya estábamos llegando. Sin embargo, algo me decía que eso era solo la punta del iceberg. 

De todas formas, cuando llegué a la oficina, NamJoon estaba de aquí para allá, y casi me chocó cuando entré con la gracia que me caracterizaba. 

—Lo siento— solté cuando este me agarró del antebrazo, y como sin los tacones era más bajo que él, tuve que alzar el mentón para mirarlo. 

—Jin, buenos días— me soltó tan rápido como sus manos me tocaron, y yo correspondí su saludo.—Adelantaron una junta urgente y necesito que estés conmigo. ¿Puedes arreglarte en diez minutos? 

Asentí, contagiado por su... inesperada suavidad. De verdad se veía muy relajado en comparación con hace unos días. 

Si le estaba cayendo bien significaba que también le gustaba mi trabajo ¿no? ¡Tenía las posibilidades de que me contratara definitivamente! 

—Por supuesto. ¡Salgo enseguida!— alcé los pulgares y me encaminé al baño, sacando ya las cosas que necesitaba para maquillarme rápidamente. 

No supe si NamJoon salió de la oficina después de eso, pero conté exactamente los minutos para hacerlo en diez como me había pedido. No corrí el riesgo de quedarme ciego esta vez, puesto que mi energía seguía vivita y coleando incluso después de colocarme la peluca y mirarme en el espejo. 

Tenía que ser sincero. La señorita Kim era hermosa, en cuerpo y rostro, aunque tuviera rasgos masculinos. Había algo en la forma en la que el pelo sintético se amoldaba a mi rostro, en mis pestañas rizadas, mis labios carmín y mis curvas a través del blazer que simplemente le daban a la señorita Kim ese aire sofisticado que el aburrido SeokJin no tendría ni en mil años.

Sonreí a mi reflejo para darme ánimos y salí, habiendo dejado antes mi bolso en el casillero convenientemente ubicado en el baño. 

Mi jefe estaba inclinado sobre su agenda en el escritorio, hojeandola con unos lentes sobre el puente de la nariz. Me pareció curioso verlo con ellos, puesto que era la primera vez que lo hacía. 

Miss Kim〖NamJin〗Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu