➳Capítulo 3: La razón de todo

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Volví a casa con los pies adoloridos por estar todo el día parado con los zapatos aquellos, la cabeza retumbando como un estadio de fútbol y los párpados tan pesados que casi me paso mi parada en el autobús.

Ya estaba vestido como SeokJin de nuevo (el traje me lo había dejado JiMin, para que pudiera volver a mi casa sin levantar sospechas).

NamJoon me había dejado usar su baño y básicamente todo lo privado que le correspondía para salvaguardar mi identidad, por lo que se había hecho fácil no encontrarme con ninguno de mis colegas. Sin embargo, en algún momento tendría que hacerlo, y tenía que mejorar mi habilidad de actuación para entonces.

Antes de entrar al complejo de departamentos en el que vivía, me detuve a mirar a lo lejos el edificio Kim, imponente entre todos los edificios de la ocupada ciudad de Seúl. Mi sueño había sido siempre trabajar allí; codearme con las estrellas y gente influyente del mundo de la moda.

Verán, mi sueño era ser diseñador. Lo había sido hasta lo que había pasado con mis padres. Luego de eso, realmente había sido una necesidad renunciar a ello para cuidar de JungKook.

Muchas veces me he cuestionado si lo que estoy haciendo está bien, pero me encuentro siempre con la misma respuesta.

Mi deber es cuidar de mi hermanito; y un sueño como el mío no es alcanzable para gente como nosotros. Tal vez si hubiera nacido en cuna de oro como NamJoon o JiMin, hubiera creído que era posible. Incluso tendría dinero suficiente como para pagar todo el tratamiento que JungKook necesitaba y ambos estaríamos felices.

Era gratis soñar, al fin y al cabo. Lo único que la vida me permitiría ahora era ganar lo mínimo que pudiera darnos de comer y pagar alguno que otro lujo, y yo ya hice las paces con ello.

Es parte de la vida ¿verdad?

Me metí al complejo cuando mis pies empezaron a escocer otra vez, y me condenaran a tener al menos tres calambres en las pantorrillas durante la noche. Debía acostumbrarme cuanto antes o no sería creíble.

En el lobby—si es que así se le podía llamar a la habitación embutida entre un ascensor que hacía un ruido extraño al moverse y la puerta de madera que parecía tener al menos tres siglos de edad— me encontré con el casero, tan radiante como siempre.

Me ojeó de costado, como si pensara que alguien se atrevería siquiera a entrar a ese armario con olor a mugre. Bien, tal vez estoy exagerando, pero era difícil verle el lado bueno a un lugar que debía limpiar al menos dos veces a la semana para evitar que las ratas se robaran nuestra comida o las termitas nos echaran el techo encima.

—Buenas noches, señor Youngwoon— saludé levantando una mano, con los hombros hundidos nada más queriendo llegar hasta mi camita.

—Buenas noches, SeokJin. Te llegó una carta.

Miss Kim〖NamJin〗Where stories live. Discover now