➳Capítulo 8: Sobreviviendo

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Parpadeé el cansancio de mis ojos por octava vez al tratar de leer los números en el ascensor de NamJoon, fallando un par de veces y golpeando mi dedo contra el metal. 

Realmente, ahora me arrepentía no haberme forzado a cerrar los ojos en vez de quedarme pensando en qué hacer durante toda la noche. 

La cabeza me iba a explotar, y creo que ronqué un par de veces mientras YoonGi me hablaba en el auto, aunque probablemente no me había llamado la atención por cortesía. Estaba terriblemente exhausto, y el día ni empezaba. 

Las puertas se cerraron al fin, y el movimiento del ascensor me obligó a acuclillarme en el suelo, mareado a tal punto de que ni siquiera distinguía bien mi sombra por debajo de mis pies. 

Normalmente aguantaba un poco más de esto, pero ni siquiera había desayunado, de nuevo, tanto por los nervios que me producía toda la situación, como porque el refrigerador no estaba exactamente lleno. 

Di unas bocanadas de aire antes de pararme de nuevo, sin soltarme de la barra de metal que se había convertido en mi nuevo soporte.

Unos segundos después llegué al piso, y salí tambaleándome porque mi cuerpo se volvía inútil cuando me cansaba a tal grado. Lo odiaba. 

Dentro de la oficina ya estaba NamJoon, como siempre, y estaba de espaldas a mí con el móvil pegado a la oreja y una mano apoyada en su escritorio. Cerré la puerta lo más despacio que podía para no molestarlo o algo y me dirigí a su baño. 

Sin embargo, seguramente me habrá visto la cara digna de un extra de The Walking Dead, porque antes de que me metiera al baño, me llamó la atención. 

Tenso, me giré hacia él, esperando su reprimenda. 

—¿Te encuentras bien?

Había bajado el teléfono contra su pecho, con los rasgos totalmente neutros.

De alguna forma, mi irritación se aminoró, aunque supiera que su pregunta era mera amabilidad, o peor, obligación. Seguramente tenía miedo de que mancharan su reputación al ver a un intento de cadáver haciéndole de asistente. De todas formas, lo apreciaba de una cierta manera.

Había jefes peores, supongo. 

Asentí, y alcé un pulgar. 

—Voy a maquillarme bien, señor Kim. No se preocupe. 

NamJoon frunció el ceño. 

—De nada te servirá eso, SeokJin. Luces como si fueras a colapsar en cualquier momento. ¿No dormiste o algo? 

—Supongo que no— respondí un tanto cortante, porque no, no le iba a decir qué era lo que me estaba pasando.—Ya se me pasará. Con permiso.— hice una reverencia corta y él achicó los ojos, con algo que no reconocí. 

No le presté atención y me metí al baño sujetando mi bolso con fuerza antes de elegir al azulejo del lujoso cuarto como mi nuevo lecho de muerte. 

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Salí una media hora más tarde, atrasado por mis incesantes temblores en las manos—gracias a los cuales casi quedé ciego de un ojo y con la dentadura rosa.—y arreglando nerviosamente mi uniforme. De más estaba decir que aunque mis zapatos no fueran altos, mis pantorrillas ya escocían y me seguía tambaleando peligrosamente. 

Algo decía que mi rostro o mis rodillas no iban a salir ilesos de este día. 

Mi jefe se encontraba sentado frente a su Mac, una taza de café junto a medialunas rellenas de crema recién hechas reposaban a su lado deliciosamente. 

Miss Kim〖NamJin〗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora