▪︎Capítulo 1▪︎

43 11 6
                                    

En algún lugar…

El repiqueteo de unos tacones comenzó a sentirse por todo el largo pasillo. No había sonido alguno más que ese, y el de las manecillas de un antiguo reloj marcando siempre el mismo segundo, recordando que el tiempo no pasaba en aquel lugar sin reglas.

El vestido de damasco y satín, tul de un azul intenso y vuelos, se arrastraba por su largo a medida que avanzaba por el pasillo hasta la inmensa puerta de madera tallada, que la separaba estratégicamente de sus invitados. No estaba del todo preparada para entrar, pero era lo que debía hacer luego de haberles encerrado ahí sin explicación alguna.

«Sé fuerte…», se repitió a sí misma como un mantra, por enésima vez antes de colocar su mano frente a la puerta y hacer que esta se abriese, dejando a su vista el panorama de una amplia biblioteca victoriana, con estantes y libros más allá de los que podía contar o suponer. En el centro de la misma, respaldada por un enorme ventanal de cristales, que daba vista al vacío, se encontraba una mesa de seis asientos, donde sus visitantes se hallaban sentados, esperando por ella.

—¡Bienvenida sea al país de las maravillas! —dijo uno de ellos con falsa emoción, recostándose en su asiento. Era Kallab, el segundo líder.

—¡Reina de corazones, disponga usted y nosotros cumplimos su palabra! —exclamó Rashel, líder de la quinta familia.

—Esto no es gracioso… —les respondió ella, arrugando el rostro por el enojo y la molestia.

—No le hagan enojar —soltó Viane—, de seguro ella esperaba ser Alicia.

Decidió ignorarlos, sentándose al extremo de la mesa, de espaldas al ventanal. Chasqueó los dedos al tiempo que varios de los libros en diferentes estantes comenzaron a levitar hacia ellos, uno por integrante.

—¡Ven lo que digo! El puto país de las maravillas —volvió a soltar Kallab.

—Cumple con lo que tienes que hacer, y no vuelvas a confundir mi poder con una tonta historia.

—Tonta tú —fue Daulla quien habló esta vez—, que no sabes apreciar tan siquiera la magia de un buen libro.

Ella se levantó, ya con la paciencia por el suelo, golpeando la mesa con ambas manos. Todos se callaron, mirándola fijamente tras su reciente arrebato. La sorpresa de todos fueron los ojos de ella, titilantes de un profundo ámbar, con el rostro obscurecido. El aire comenzó a espesarse, y cada libro hojeó lentamente a una página específica, señalándoles dónde debían empezar.

—Cuando el nuevo mundo esté perfectamente estructurado al fin —comenzó a hablar lentamente para todos, pronunciando detenidamente cada palabra, como si no fuesen salidas de su propio corazón, sino de algo mucho más profundo y misterioso—, cada humano gozará de aquello en lo que yo soy ignorante. Necesito que cedan y obedezcan para hacer ese sueño realidad.

—Ese es el problema, Magna Lahen, que ninguno de nosotros formaremos parte de ese sueño, ¿Cómo crees que podremos obedecerte? Estás haciendo justo lo que intentamos impedir que Analla hiciese —fue Daulla nuevamente quien habló.

—Por favor… —suplicó en voz baja, con la voz quebrada, sin saber qué hacer o como convencerles.

Las amenazas no funcionaban con ellos, y necesitaba que la ayudasen, incapaz de manejar del todo sus nuevos poderes para hacerlo por sí misma. Aparte de eso, no se sentía preparada para llevar sola esa carga, pero nadie la entendía.

—¿Qué es lo primero que debemos hacer? —preguntó Viane, mirando detenidamente su libro, sin saber de qué se trataba.

—Cada libro frente a ustedes en un alma —les explicó a todos luego de carraspear y recomponerse—. Para crear este sueño, las almas deben estar controladas, reescritas y ordenadas. Les voy a dar una primera tarea y será de alguien que los líderes del antiguo Freya conocen: Raphaello.

REGRESIÓN (Libro II de la trilogía DESCENSO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora