▪︎Capítulo 6▪︎

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El tiempo era algo poco claro en aquel lugar sin reglas, donde no sabían cuánto tiempo llevaban encerrados, sin solo minutos o cientos de años. No existía el cansancio, o el aburrimiento, pero la incertidumbre los carcomía al no saber en qué momento serían liberados, si es que Magna llegaba a hacerlo en algún momento.

Un error, eso habían cometido al confiar en ella…

Demasiadas veces intentaron buscarle final a aquel espacio adornado de estanterías y libros, pero era imposible. Siempre viraban al mismo punto tarde o temprano. El ventanal frente a la gran mesa no se quebraba por más que lo intentasen, y la gran puerta por la cual ella siempre hacía acto de llegada, solo aparecía en ese momento, para luego desvanecerse como si nunca hubiese existido.

¿Quién diría que podía tener tanto poder? El poder de crear todo un espacio nuevo a su conveniencia, alejado de la realidad.

Si Analla se llegaba a hacer con ese poder, nadie sabía qué podría haber pasado. Incluso si cualquiera de ellos lo hubiese hecho, ¿qué impediría que también hubiesen quedado ciegos ante tal magnitud de poder? Esa era la incertidumbre de todos, quienes al fin y al cabo no podían culpar a Magna más de lo que culpaban a Oshanta.

—Algo esta mal —se lamentó Detroyd, quien llevaba la sensación de un mal presagio desde hacía un buen rato—. MaLa no ha venido a vernos y algo me está oprimiendo un poco el pecho.

—Yo también lo siento —dijo Daulla—. Algo está pasando ahí fuera.

Viane se levantó de su asiento y caminó sin rumbo, revisando varias estanterías, sumergida en sus pensamientos. Estaba buscando algo.

—Daulla —le llamo Viane—. ¿Crees que Eva se encuentre en algunos de estos libros?

—Debe estar por ahí. ¿Para qué quieres revisarla?

—Dudo que Magna se siga viendo con Ohanna o Abdala, y es probable que el libro de Deux no esté aquí. La única persona que queda, por descarte, es Eva. Recuerdo cuando Magna se echó a llorar en sus brazos al verla perder la memoria, justo antes de encerrarnos.

—Es posible que la mantenga cerca —dijo Detroyd, quien se había levantado para ayudar a Viane en su búsqueda. El resto hizo lo mismo sin preguntar nada más—. Magna puede que haya cambiado, pero el amor que le tiene a Eva es real. Una niña tan buena no estaría bien luego de cometer tal error.

—¿Quién la manda a estar jugando con su nuevo poder? —preguntó Rashell de manera retórica.

—Y qué habrías hecho tú en su lugar? —le recriminó Detroyd—. No te hagas la santa ahora. Cualquiera de nosotros hubiésemos sucumbido ante tal poder.

Él siempre la defendía, pero no era producto del amor que le tenía, sino a la fe de que la chica que vio crecer, no era tan débil como para dejar que ese peso la consumiera. Era inteligente, y quizás había algo detrás de todo aquello que ella no podía decirles.

Desde la última visita se planteaba esa posibilidad, al ver a Magna tan vulnerable y enfadada a la vez, al punto de rogarles por ayuda. Al hablar con él se había cortado, lo fue capaz de liberar su carga y contarles lo que pasaba por su atormentada mente. Ella estaba luchando con el peso de las consecuencias, lo sabía. No era fácil, siendo la más humana de los siete líderes, cargar con tantas muertes, con tantas vidas cambiadas, y con tantos recuerdos perdidos. Cada alma le pertenecía, y con ello el dolor de todas le debía afectar en lo más profundo.
Su Magna era fuerte, no era una reina de corazones….

—¡Aquí está! —exclamó el segundo líder, alzando un libro.

—Tráelo a la mesa. A ver si encontramos algo —respondió Daulla.

REGRESIÓN (Libro II de la trilogía DESCENSO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora