▪︎Capítulo 2▪︎

36 8 39
                                    

Caminaba distraída entre el gentío, en un boulevard cualquiera de una ciudad cualquiera, permitiendo a las gotas de una tenue llovizna caer en su rostro mientras miraba al cielo.

Ese cielo que, terminando su transición de un naranja intenso a un azul oscuro hasta llegar a la negrura total, encendía las gigantescas estrellas de una en una, como las luces de un antro retro, con la enorme luna azul en medio cual perfecta bola disco.

Ni en sus sueños más alocados de hacía cinco meses atrás, hubiese imaginado crear un mundo tan perfecto, en una liga entre el futurismo y la fantasía propia de cuentos de hadas.

Y ella era la bruja malvada de aquel cuento, pero qué más podía hacer que resignarse ante ese rol, con tal de que su perfecta utopía cumpliera su estado de cúspide y sublimación. Theya debía cumplir con eso, desde su capa exterior de belleza inimaginable, hasta el actuar y pensar de cada ser humano existente, evitando con eso las continuas disputas y guerras entre países, y el caos que vivió en carne propia por culpa de lo segador que puede llegar a ser la búsqueda de poder.

Era demasiado decir que controlaba sus mentes o su actuar; aun siendo una diosa era imposible tener el control de tantas almas al mismo tiempo, pero para lograr que cada humano caminase por una línea predestinada estaban los líderes.

Si ellos querían control, ahí lo tenían, pero lejos de Theya, su nuevo mundo.

La llovizna terminó momentáneamente, y Magna decidió detenerse en un pequeño banco apartado, alumbrado por viejas farolas que lo delataban de entre tupidos arbustos a su alrededor. Parecía estar ahí puesto para ella, como si su mundo tuviese vida propia y pudiese leer sus pensamientos. ¿Tan perfecto lo había creado hasta ese punto?

No, aún quedaba algo por hacer, que había estado posponiendo por el temor que conllevaba volver a encontrarse con su pasado. Pero Theya jamás sería perfecta con ellos viviendo a sus anchas, impunes de todo castigo merecido por traicionar a quien debían venerar más que a sus vidas.

Debía encontrar el paradero de Raphaello y Gahel, los cuales misteriosamente habían logrado escapar de ella durante aquellos meses. La duda del cómo podían haber desaparecido, sin que ella, la diosa, pudiese encontrarlos, era algo que cada noche le impedía dormir.

Dentro de todo el poder, la responsabilidad y las ilimitadas posibilidades que le otorgaban sus nuevos dones, ¿qué estaba fallando para que ocurriese algo así?

—Quizás no dejas que el pasado quede atrás del todo…

Alzó su vista al frente, sobresaltada por la voz tan conocida de una anciana muy perspicaz.

—¿Por qué no estás en casa? —le preguntó a su reciente acompañante, que parecía mandada por el destino.

—Mi niña, ¿cómo puedo estar encerrada en casa en una noche tan bonita?

Oma, hoy no es un buen día para escaparse —le dijo en tono de regaño. Se levantó del banco, estirando su cuerpo, luego agarró a la anciana de la mano y se la besó, apretándola con fuerza—. Volvamos, te haré un té caliente.

Ella sonrió con una dulzura tan inocente que casi derrite el corazón de Magna. Un nudo se hizo en su garganta, y el recuerdo de una mujer fuerte y temperamental invadió su mente, cuando su “oma”, la abuela Eva, llevaba las riendas de la séptima familia junto a Daulla.

Hoy solo tenía a una anciana con demencia por culpa del trauma al borrar recuerdos tan arraigados e intensos. Era un sacrificio que tuvo que hacer, pero no se sentía orgullosa de ello. Jamás se perdonaría que Eva perdiera su esencia.

Eso sí, Eva al fin era feliz, jugando a las casitas con Magna y Deux, sus queridos nietos, en el seno de una familia normal.

🌀🌀🌀

REGRESIÓN (Libro II de la trilogía DESCENSO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora