11- El plan se lleva a cabo

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El amanecer iluminó toda la ciudad con cálidos rayos de Sol que entraban con sutileza a través de la ventana de la habitación de Bucciarati.

¡Quién fuera testigo de lo que sucedió esa noche! Jamás se lo hubieran imaginado, tanto Bruno como Antonella.

... ¿oh? ¿Quieren saber? ¿En serio?

Bueno, ya. Saben que me gusta hacer estas cosas de romper la cuarta...

Bruno guio a Antonella hasta su casa, llevándola de la mano. La mayor parte del recorrido fue en total silencio, ya que ella estaba sonrojada y demasiado nerviosa, mientras que Bucciarati se reprochaba mentalmente lo que estaba haciendo, lo que estaba pensando y lo que quería hacer.

Una parte de su interior, la más gritona y traviesa le decía que no tenía nada de malo, que tenía derecho de sentir el «cariño» por primera vez. Sí, Bruno, tan caballeroso y respetuoso, siempre pensando en su trabajo, no se había dado la oportunidad de estar con alguna mujer, sin mencionar que ninguna lo había atraído tanto como Antonella lo hacía.

No podía evitarlo, el rostro de su chica le encantaba, le generaba ternura y le parecía la mujer más hermosa de todo el planeta; luego bajaba la miradita de forma rápida, fijándose en sus caderas y piernas, para luego sonrojarse, arrepentirse y sentirse sucio por hacer tal cosa.

Llegaron al hogar de Bruno más rápido de lo que esperaba; tenía la esperanza de relajarse y calmar su mente antes de llegar, cosa que, obviamente, no sucedió.

Abrió la puerta con parsimonia, para carraspear y hacerse a un lado, dejando entrar a Antonella primero. Ella agradeció y entró, seguida de Bruno, que dio una rápida miradita en la calle, a ver si no los habían visto. Por suerte no, era una noche tranquila, sin gente.

—¿Tienes hambre? Puedo prepárate algo —ofreció Bruno, tomando con delicadeza una mano de Antonella para guiarla a la cocina.

—Me encantaría, Bucciarati, pero no quiero dar molestias —respondió ella, sonrojada aún.

—Jamás serás una molestia para mí —respondió de manera galante él, mientras la tomaba de la cintura y la dirigía a la mesa, para que se sentara.

—Por favor, déjame ayudarte.

—Eres mi invitada, quiero consentirte un poco.

El chico puso manos a la obra, haciendo una cena rápida para dos, acompañada de té. Ambos la disfrutaron mientras charlaban sobre sus trabajos y las actividades que habían realizado durante el día, hasta terminar de comer.

—¡Delicioso! ¡Eres talentoso en todo, Bucciarati! —felicitó Antonella, llevando los platos al fregadero.

—No es la gran cosa, fue una cena sencilla, para no tardar tanto. Por favor, deja los platos, ya me haré cargo más tarde —pidió Bruno, haciendo que la chica dejara los platos para tomar sus manos entre las suyas y observarla a los ojos.

Ambos compartieron una sonrisa, demostrando lo enamorados que estaban, sin soltarse. Poco a poco, Antonella se acercó a Bruno para abrazarlo, siendo correspondida al instante. Él suspiró.

—¿Bucciarati? —preguntó con duda Antonella, buscando verlo a los ojos de nuevo.

—Antonella, preciosa... desde que estoy contigo pasan muchas emociones dentro de mí, algunas que desconozco, otras que me descontrolan... no sé cómo actuar y quiero darte lo mejor... pero hay veces que... bueno, te veo y solo quiero amarte por siempre. Soy tan afortunado...

—Bucciarati... me siento igual. Lo único de lo que estoy segura es que soy muy feliz, a tu lado. No necesito entender lo demás; creo que podemos descubrirlo poco a poco, juntos.

¿Te volveré a encontrar? Bruno Bucciarati x lectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora