HALLOWEEN EN CASA.

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ESPECIAL DE HALLOWEEN ADELANTADO.

Era la Noche de Halloween, Chūya, Dazai llevarían a los niños a pedir dulces y a divertirse en las calles de Yokohama, para mostrarles por primera vez ese tipo de celebración.

Les habían comprado un disfraz de calabaza anaranjada, a cada uno.

Chūya ya terminaba de vestir a Atsushi con su disfraz. Le colocaba bien el sombrero de la parte superior de la calabaza, y lo acercaba al espejo para que el niño pudiera verse.

El bebé albino soltó una risita infantil, maravillado con su disfraz.

— ¿Enserio te gusta el disfraz, Atsushi?

Cuestionó Chūya con un tono de voz en el que quería demostrar enfado, ya que frente a Dazai no le gustaba mucho ser cariñoso con los niños.

— ¡Shí! ¡Calaba-chita yo!

Pronunció, aún riendo.

— Chūya. Atsushito se ve hermoso con su disfraz. Pero mi Ryū, se verá más lindo por su cabello negro y su piel más blanca.

Alardeó. Terminaba de poner un nuevo pañal al azabache, y ahora subía su short anaranjado que haría complemento con su disfraz de calabaza.

Ryū mordía uno de sus deditos pulgares el pie, lo que complicaba el trabajo de Dazai al querer vestirlo.

— No te pregunté. Además, Ryūnosuke no tiene cejas.

— ¿Ah sí? Pues Atsushito será igual de chibi que tú.

Nueva discusión, nueva pelea ¿Infantil? Sí, eso parecían. Parecían más un par de niños peleando que un par de adolescentes.

— Ryūnosuke no le gusta bañarse. Es un puerco de primera.

Insistía Chūya.

— ¡No te escucho, enano! ¡Atsushi ensucia pañales más veces en el día que Ryū!

Defendía Dazai.

— ¡Ryūnosuke se come el dedo porque no lo alimentas bien!

— ¡La leche de Chūya es Chibilactea, Atsushito, no te conviene!

— ¡¡¿QUÉ MIERDAS SIGUES DICIENDO, DAZAI?!!

Levantaban la voz.

— ¡¡NO TE ESCUCHO, NO TE ESCUCHO!!

Dazai cubría sus oídos.

Hasta que se dieron cuenta de que ambos niños estaban llorando por tanta discusión. Odiaban eso de sus padres.

Ryū ya ni siquiera mordía su dedito, sólo sujetaba su pie y lloraba con sentimiento.

Atsushi, por su parte, cubría sus oídos con sus manos para no seguir escuchando tanta conmoción.

— ¿Ves lo que hiciste, Chūya? Hiciste llorar a mis bebés.

Dazai levantó a Ryū en brazos, y lo acunaba, a manera de arrullo. El azabache empezaba a tallar sus ojos con sus manitas en puño, y después, a buscar su alimento en el pecho de Dazai.

— E-Espera, Ryū...

— No le hagas caso a tu papá. Está idiota. Ven, nos vamos adelantando en lo que el hambriento de Ryūnosuke toma su leche.

Chūya sujetó una de las manitas de Atsushi, y se dirigió con él a la puerta.
En el camino, el albino iba tallando sus ojos con sus puños, para que no perturbaran su visión. Sentía que Chūya estaba molesto y eso lo hacía derramar más lágrimas que eran incontrolables.

MAFIOSOS EN PROBLEMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora