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¿Dónde estará el delineador? Llevo como quince minutos poniendo patas arriba mi cuarto y no aparece, no a-pa-re-ce. Me acoloro mientras rebusco una y otra vez en ese pequeño armario en el que guardo todo tipo de potingues, por lo que ceso la búsqueda durante unos segundos y abro la ventana. Ya es completamente de noche, y pese a estar ya en Octubre, (y teniendo en cuenta que sysoy la persona más calurosa del mundo), hace calor. Joyce tiene que estar al caer, y por suerte, no hay nadie en casa, raro pero cierto. Se está demasiado tranquilo.

Oigo un silvido. Mierda, Joyce está en la puerta y aún no he encontrado el delineador. Me resigno a aplicar únicamente rimmel y bajo abajo mientras pillo el bolso al vuelo. Abro la puerta lista para esperar encontrarme a Joyce, pero mi marcha enérgica se frena en seco en cuanto descubro a Blake en mi puerta.

-Uau, ¿me esperabas?- me ha cogido totalmente desprevenida esto. Demasiado.

-¿Qué haces aquí?- pregunto estática en el sitio.

-Pasaba por aquí- se encoje de hombros.

Le miro con el ceño fruncido. Es la persona más impredecible del mundo entero, y es justo ahora cuándo me estoy dando cuenta de esto. Ni si quiera puedo pensar con claridad, su simple presencia me aturde.

-Eres el tío más raro que he conocido en mi vida- le digo con la boca a medio abrir. Suelta una sonrisa burlona, de esas que parte en dos y mi estómago se revuelve.

-En realidad, soy el único tío que has conocido, lo demás son niñatos- se burla.

-Ya, bueno, hombretón, pues hoy no tengo demasiado tiempo para tí, así que si me disculpas...- me corta.

-¿Has quedado con tu novio?- me pregunta.

-Pues mira, sí- le digo. Suelta una carcajada.

-Pues es una verdadera pena, yo que te traía un regalo...- recuerdo haberle dicho que yo era una chica extremadamente curiosa, y ahora utilizaba eso a su favor.

-Ah- dice escondiendo algo detrás de él -Nunca lo sabrás- me dice.

-Oh, vamos, Blake, ¿qué es?- le pregunto intentando ver detrás suyo.

Pega cinco pasos atrás y veo una caja enorme llena de ositos de goma, los adoro, me vuelven completamente loca. Abro los ojos como platos y veo como se ríe.

-¿De dónde has sacado esa pedazo de caja?- me acerco a él y se la arrebato.

-De nada, eh- se queja.

-Gracias- le sonrío como una niña pequeña y no puedo evitar abrazarle.

No estoy segura de si ha sido un gesto demasiado obsceno o algo así, pero me veía en la obligación de hacerlo. Estos son los pequeños detalles que hacen que una persona valga la pena. Recuerdo que hablamos de esto, y le dije lo mucho que adoraba estos ositos y que el mejor regalo del mundo sería una enorme caja llena de ellos. Y aquí está. La caja y él. Y es terriblemente confuso. Se deshace el abrazo y me mira.

-¿Por qué me has traído esto?- le pregunto llevándome uno a la boca.

-Te lo debía, me salvaste el culo la otra noche- se encoje de hombros. No puedo evitar sonreír como una imbécil ante esta situación.

-No fue nada- le digo.

-Ni esto- le digo.

-Bueno...- se rasca la nuca -Será mejor que me vaya, tu chico te estará esperando- cierto, me abía olvidado completamente de Joyce, otra vez.

-Eh, sí- digo.

-Gracias otra vez por esto- le digo y veo como camina en dirección a la salida por el bosque.

-Guárdame alguno para la próxima- me avisa en voz alta.

-Lo haré- le grito.

Observo como su figura se funde con las sombras de la noche en el bosque hasta que desaparece y todo es completamente oscuro. No me he dado cuenta de que me he tirado bastante rato allí en medio, parada como una imbécil mirando el punto fijo en el que ha desaparecido Blake, casi sin pestañear.

-Oye- oigo la voz de Joyce, pero... ¿cuándo ha llegado?

-Oh, hola- despierto de mi trance, me acerco a él y le beso.

-Vaya, ¿y eso?- señala la caja con sus ojos y elevando las cejas una y otra vez.

-¿Esto?- señalo la caja, a ver que me invento yo ahora -Me las ha regalado la novia de mi hermano, son mis favoritas- le digo.

-No lo sabía- me dice.

Me subo en el coche y no sé porqué llevo la caja conmigo. En el camino al restaurante, dJoyce solicita una gominola, se la doy pero con cierto recelo. Por una extraña razón que desconozco, únicamente quiero compartir las golosinas con Blake, con Blake y con nadie más. Llegamos al restaurante y entramos, incluso ha reservado.

-¿Te pasa algo? Te noto muy ausente- me dice mientras sujeta mi mano entre las dos suyas por encima de la mesa.

-No, nada- le digo -Sólo estoy algo cansada- le explico.

-Mmm- me dice.

Me empieza a explicar cosas sobre la universidad, pero realmente no le hago caso ninguno, en mi mente divago creando momentos en los que yo tiro una golisna al aire y Blake la atrapa con la boca mientras reímos en mi cuarto. Madre mía.

-¿Qué pedirán los señores?- pregunta un camarero.

-Yo quiero un entrecot, tú...- dice Joyce.

-Un ensalada- le digo.

-A ver si adivino, ¿de queso de cabra?- pregunta.

-No me gusta en queso de cabra- digo.

Acabamos de ordenar y de nuevo, estoy estableciendo similitudes. Joyce ha sido mi amigo siempre, me conoce, o al menos, eso debería hacer, y haciendo un examen rápido me estoy dando cuenta de que apenas sabe nada de mí. De acuerdo, son pequeños detalles, pero realmente es molesto que mi novio no sepa mi ensalada favorita, mi canción predilecta o que me encantan los ositos de goma. Más que nada, es triste, que un chico que conozco hace dos meses me conozca mejor que él.

Seis hermanosWhere stories live. Discover now