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Me miro en el espejo que mi padre y yo hemos instalado en esta mañana de sábado. ¿Acaso no es demasiado? Sin duda alguna, en Londres no lo era ¿Porqué iba a ser-lo ahora? La posibilidad abraza a la imposibilidad en este preciso instante.

Respiro profundo y salgo del cuarto en busca de los dos gemelos. Los encuentro peleando por ver quien se pone la camisa azul marino. Ellos ni si quiera se inmutan de mi presencia hasta que decido que la mejor opción es toser sonoramente. Ambos giran sus cabezas hacia mí y se callan.

-¿Qué te has hecho?- pregunta finalmente Ence.

-¿Tan mal estoy?- digo mirando hacia abajo.

-No, no...- veo a Ence rascarse la nuca -Todo lo contrario, vas bien- dice él.

-Muy bien- constata Gus -Y es raro- dice finalmente -No me he acostumbrado aún a verte con algo que no sea un pantalón ancho- suspira.

-Sí, ahora vamos a tener problemas, hermano- dice Ence.

-¿De qué mierda habláis?- pregunto apoyándome en el marco de su puerta.

-Nada, Iris, cosas de tíos, no lo entenderías- ríe Gus.

En el camino a la casa dónde se celebrará la fiesta pienso en eso que ha dicho mi hermano. "Cosas de tíos, no lo entenderías" ¿Porqué no iba a entenderlo? ¿Porqué todo tenía que ser diferente por el simple hecho de no parecer un animal vistiendo? ¿Porqué por llevar rímel ya no me trataban igual? Me empezaba a exasperar esta situación y solo acababa de empezar. Solo rezo porque se les pase esta tontería que llevan todos encima y todo vuelva a ser igual que antes. Aunque a este paso, estoy muy lejos de lograr mi cometido.

 Bajo de la camioneta y piso tierras conocidas, estamos en la puerta de la casa de Joyce y empiezo a caminar sola cuando los dos gemelos me detienen, uno por un brazo, y el otro por el otro.

-¿Qué mierda estáis haciendo?- les cuestiono con una mirada de incredulidad.

-Cogerás frío- me avisa Gus.

-¿Qué?- pregunto sin acabar de creerlo -Estamos a más de veinticinco grados Gus, y ya es de noche- le recuerdo.

-Un jersey fino, aunque sea- se pronuncia Ence. Me deshago del agarre de ambos y camino decidida a la puerta.

-Dejad de decir gilipolleces ¿Sí?- les pido y entro, esta está abierta.

Soy la primera en hacer acto de presencia en el salón. Observo la típica estampa de como solía ser antes: todos los chicos reunidos en la pequeña mesa de madera desgasta con latas de cerveza dispuestas y algunas boles llenos de mierdas refritas para comer. Ni se han percatado de mi presencia.

-Hola chicos- digo alzando la voz. Las risas cesan y todos se han callado. No se oye ni una mosca y es terriblemente incómodo sentir esto.

-Se acabó el espectáculo ¿Vale?- oigo la voz de Ence detrás de mí y el peso de su chaqueta de beísbol cae sobre mis hombros.

Descubro que las miradas de mis "amigos" van de mis piernas a mi pecho, luego a mi cara y de vuelta a mis piernas, siguiendo ese orden y sin dejar de hacerlo. Me tapo con la chaqueta y me quedo en una esquina hasta que los brazos de Gus me acogen sobre los hombros y me lleva hasta el sofá.

-¿Es que no pensáis decirle ni hola?- dice Gus agarrando un puñado de patatas fritas y llevándoselas a la boca.

-Vaya...- suelta finalmente James -Iris, estás muy...- creo que está a punto a de decir algo pero se calla bajo la atenta mirada de los dos gemelos -Diferente- sentencia.

-Ya, diferente...- digo. Ninguno habla, no me sacan tema, no me preguntan como he estado, que tal me ha ido por Inglaterra ni nada de eso... Y me molesta, me molesta profundamente.

La tarde-noche transcurre y los chicos parecen extremadamente distantes conmigo, parece que estén frente a otra persona. Tras las dos primeras horas en casa de Joyce, finalmente me decido y abro la primera pero no me quedo en el salón, salgo afuera y me siento en el porche, con la vista fija en las montañas que rodean el pueblo. Pego un largo suspiro y trago fuertemente, inevitablemente, ha cambiado todo.

-¿Puedo sentarme?- oigo la familiar voz de Ryan a mis espaldas. Me giro a mirarlo y asiento.

-Claro- murmuro y se deja caer a mi lado.

-No tengas demasiado en cuenta nuestra actitud- pego un trago más y le miro con una ceja enarcada.

-Se supone que sois mis amigos, llevo prácticamente un año sin veros y lo máximo que me habéis dicho es hola- le cuento pero ahora, sin mirarle, mi vista sigue fija en las negras montañas de tierra.

-¿Y qué esperas Iris? Ellos no sé, pero yo me he sentido totalmente cohibido cuando te he visto en la puerta- ahora si le miro -Ninguno esperábamos algo así- sentencia.

-¿A qué te refieres?- cuestiono. Suelta un largo suspiro y se rasca la nuca.

-Te marchaste siendo uno más- dice y parece que su frase está inacabada, pero tomo su silencio como paso para hablar yo.

-Y lo sigo siendo, Ryan- le digo cansada de que todos me traten diferente.

-No Iris- ríe él -Ahora eres una, no uno- y en ese momento, me doy cuenta de que tiene toda la razón del mundo.

Seis hermanosWhere stories live. Discover now