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La camioneta de Joyce aparece a los pocos segundos delante nuestro. Mis hermanos se mueven cuando hace sonar el cláxon un par de veces.

-¡Copiloto!- aviso y oigo la risa de Joyce. Abro la puerta y me cuelo en el asiento, le saludo con un beso en la mejilla y él me lo devuelve.

-¿Cómo vas, enana?- me pregunta.

-Bien, no me puedo quejar- me encojo de hombros mientras oigo las puertas de atrás abrirse. Mis hermanos se están introduciendo en el coche.

-Vas muy guapa- habla.

-Conduce ¿Quieres?- oigo la voz de Gus entre diente.

Ruedo los ojos y Joyce esboza una sonrisa divertida hacia a mí. Conduce y yo enciendo la radio, no sin pedirle permiso antes. Llegamos al parking que hay justo en frente de la discoteca y está abarrotado de adolescentes que beben mientras la música del interior del edificio de enfrente se mezcla con la de los coches estacionados en el recinto. Joyce logra aparcara en uno de los pocos huecos que quedan libres.

-Ence, pilla las botellas, están en la parte de atrás- este asiente y todos nos bajamos del coche mientras poco a poco, ocupamos el maletero trasero abierto del coche.

Nos sentamos Joyce y yo apoyados en la parte trasera del maletero, y en la parte derecha están mis dos hermanos, repartiendo hielos en los vasos de cubalitro que han comprado. Joyce me acerca uno y se lo agradezco. Tras pasarme el vaso cada uno lleno hasta dónde le parece su vaso de vodka. La botella llega a mis manos y yo lo lleno más o menos a la mitad. Poco después me llega la botella de refresco de naranja con gas y lo vierto hasta arriba del vaso, pego un trago largo y es cuando descubro que tal vez, he echado más alcohol que refresco y que la mezcla no está bien compensada, pero me importa poco eso.

-¿Cargado?- pregunta Gus mientras saca tabaco de liar, papel de arroz y yerba. Asiento.

-¿No lo habías dejado?- pregunto.

-Solo es para cuando salimos de fiesta Iris, no es que sea la gran cosa- me dice Ence.

-Oh- me limito a decir y sigo pegando tragos largos a mi cerveza.

Sigo con mi trabajo y acabo el primer vaso mientras mi conversación con los chicos es inexistente. Noto las miradas de mis hermanos y de Joyce sobre mí, le resto importancia cuando preparo y empiezo a tragar el segundo vaso igual, o más, cargado que el anterior.

Paso al tercero y la conversación parece volver a su fluidez como hace año y medio. Parece que alcohol ayuda a retroceder en el tiempo, o simplemente a olvidarse de este ligero cambio que he sufrido. Y por primera vez desde que llegué me siento en casa de nuevo: charlando con mis amigos, disfrutando todos juntos sin nada incómodo y todo demasiado natural.

-¿Crees que podrás con un cuarto?- oigo la voz de Joyce a mi lado.

-¿Bromeas?- digo riendo -¡Y con un quinto!- exclamo, y oigo las risas de mis hermanos resonar en mi cabeza.

Sigo bebiendo y llego al final del cuarto. Mis hermanos consideran que, es hora de entrar a la discoteca antes de que empiece a no poder sostenerme en pie. Es decir, me siento animada y extraña e incomprensiblemente feliz, pero para nada noto que el alcohol me esté afectando gravemente.

Bajamos del coche y tiramos los restos de la botella vacía por ahí. Camino agarrada del brazo de Joyce mientras los dos reímos. La verdad es que no se porqué él lo hace, es decir, yo me río porque sus mejillas están completamente rojas a causa del alcohol ingerido, por eso no entiendo del todo su carcajadas cuando le comento el color de su cara, aún y así no puedo evitar soltar alguna que otra risita.

Seis hermanosWhere stories live. Discover now