8. En los cielos

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Por dónde comenzar...

Katsuki e Izuku eran dos personas que se amaron con pasión durante toda su estadía en la tierra.

Tanto en esta como en su antigua vida

La vejez se los llevó al cielo un día cualquiera mientras que dormían abrazados, podían estar en paz, vieron a su familia crecer y madurar, era todo lo que pedían.

Un increible amor entre un peliverde y un pelicenizo que contra todo pronóstico perdureció hasta incluso después de que cerraron sus ojos.

Ahora ambos residían en los cielos, yendo de la mano por los amplios campos, viviendo la juventud e inmortalidad eterna.

- Kacchan...

Izuku se encontraba arrecostado en el hombro de su esposo, acompañandolo mientras que él admiraba una bella colina.

- Dime cariño.

- ¿Cómo crees que estén nuestros hijos? ¿Estarán sufriendo?

Katsuki se quedó en silencio por un rato, realmente era una pregunta difícil de responder.

- No sabría responderte Izu, tal vez si estén desanimados.

- Quiero ver a nuestros hijos Kacchan, esto es tan duro...agradezco con mi alma haber fallecido junto a tí, porqué si no fuera así, no sé que hubiera sido de mí dentro de esta soledad divina.

- Yo también agradezco estar contigo mi amor.

Le dió un beso a su pareja y prosiguió.

- Al igual que tú quiero verlos pero esta es la ley de la vida, de cualquier manera nuestros mocosos ya están bien parados en la vida, es una pena que no llegamos a ver casados a nuestros nietos...pero estoy seguro que desde acá arriba los podremos ver si nos portamos bien.

Katsuki le dió un guiño a su marido.

- Oh rayos Kacchan, esa costumbre de mandarme guiños, lo hacías desde la secundaria.

- ¿Aún recuerdas los tiempos de secundaria?

- Cómo olvidarlo, peor al verte con tu apariencia de joven.

- Agradezco a diosito por quitarme las arrugas, me siento como un niño.

Izuku se tapó la boca y se cayó al pasto de la risa, su esposo sin dudarlo se abalanzó hacia él aprovechando la oportunidad, ambos estaban en el piso dándose una que otra caricia y un que otro comentario bonito.

Lo que no sabían es que dos ángeles estaban detrás de ellos.

- ¿Los separamos?

Preguntó una, con cierto desconcierto.

- Deberíamos, pero la señorita Destino me dijo que no había que molestarlos, creo que tenía alguna deuda o algo así, no recuerdo en este momento, dejémos que sean felices.

- ¡A sus ordenes mi superior!

Quién diría que esa parejita que parecía tan tierna acabaría por comerse a besos en el pasto.

Fin

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Solo Felicidad: A Tus Ordenes Izuku | BkdkWhere stories live. Discover now