Capitulo 10: No está en casa

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Jane Michaels

—¿Qué te dijo? —pregunté al chico

—Tranquila, sólo pregunto si estabas bien, con quién estabas, dónde dormiste, cuando pensabas llegar y dijo que te cuidaras —respondió el chico tomando parte de un pan tostado que había en el plato de desayuno —lo que cualquier madre pregunta

—Seguramente ahora mandó a hacerte prueba de sangre —levanté las cejas harta de las preguntas que hizo mi madre

—Sólo se preocupa por ti, Jane —dirigí mi vista al chico

Sólo lo miré sin decir nada, subí mi mano para quitarle los restos de pan de la comisura de sus labios.

—¿Tienes algo que hacer hoy? —preguntó el chico mirándome a los ojos.

—Creo que no —pensé por unos segundos —no, nada en mi agenda.

—¡Perfecto! —celebró —te quiero llevar a un lugar.

—¿Puedo tomar una ducha? —pregunté

—Claro, no necesitas mi permiso, estás en tu casa —sonrió de lado, la perfecta sonrisa que pensé que no existía, él la tiene.

Entré a la ducha dejando mi piel limpia de sudor, tomé una de las toallas del estante a mi lado hasta escuchar que alguien tocó la puerta del baño. Fruncí mis cejas porque ni siquiera pronunciaron palabra alguna.

Al salir para ver que fue quien tocó la puerta, no había nadie en la habitación, la cama estaba hecha y sobre las cobijas, tres cambios de ropa, los tres de marca, recién salidos de la tienda (lo sé porque aún tenían la etiqueta en la prenda).

Sobre la ropa una nota que decía:

"Escoge lo que quieras, como que no me lo ibas a aceptar sin estar obligada vas a tener que usarlos, tu ropa está en la lavandería, NO ACEPTO UN NO POR RESPUESTA, te espero abajo.

Lukas <3"

¡Que maldito! —exclamé para mí misma

Me quedé sentada un par de minutos en la orilla de mi cama, esperando que mágicamente entraran un par de aves azules por la puerta con mi ropa limpia en sus picos, lo que obviamente no iba a pasar, no soy Blancanieves o la Cenicienta para que me hagan caso los animales.

Seguido de quedar como estúpida esperando a que eso pasara, sentí como el aire que entraba por la ventana erizaba mi piel, secando mi cuerpo.

Tomé la ropa que estaba a un lado mío para después bajar por las escaleras, encontrándome con un Lukas vestido de manera casual hablado con una de sus trabajadoras.

—Al fin bajaste —notó el chico —aunque por lo increíble que te ves puedo decir que valió la pena —sentí mis mejillas arder, sabía que me estaba sonrojando

—Tampoco es para tanto, Lukas —sonreí por lo bajo —además, tú me diste la ropa, yo lo único que hice fue vestirme

—No importa lo que hagas, Jane —ofreció su mano para ayudarme a bajar los últimos escalones —tú siempre te ves bien, aunque no hagas el intento —besó mi frente con dulzura.

—El joven Lukas tiene razón, señorita —habló la señorita parada a un lado de Lukas —usted es muy linda —halago la mujer.

—¿Nos vamos? —exclamó Lukas de manera interrogante, asentí con la cabeza.

[...]

Después de un par de minutos, Lukas entró en un estacionamiento para dejar al coche.

Entre innumerables cantidades de personas llegamos a un restaurante, de apariencia elegante y lujosa, algo que ni en sueños podría pagar, o tal vez sí, pero después de ahorrar la mitad de mi vida.

Un chico se acercaba en nuestra dirección, una tez blanca, cejas bien pobladas y un cabello tan negro como la noche.

—Bon jour, mi nombre es Nicholas y seré su mesero esta tarde —su voz era algo ronca, pero no del todo, sinceramente si no lo hubiera dicho yo hubiera pensado que era un cliente más de este lugar.

El chico nos ofreció un par de cartas con el menú en un color vino.

Al ver los extravagantes precios abrí los ojos con sorpresa, en mi vida podría pagar, con lo que comía una persona aquí podría comprarme una nueva estufa y darle de comer a todos mis vecinos.

—¿Jane? —preguntó Lukas mientras veía seriamente —¿Vas a ordenar?

¡Rápido, Jane! Busca que plato conoces para ordenar.

—Em... —encontré un plato que había probado con Aron —un poutine

—Perfecto, señorita —estiró su mano para que le regresara el menú —¿El joven va a ordenar? —Lukas asintió, seguido de apuntar el pedido de el chico frente a mi se pidió un postre.

[...]

Al salir del restaurante, Lukas me abrazó por la parte de atrás de mi cuerpo, solté una sonrisa y el pelinegro me dió un beso en la mejilla.

—¿Te gustó la comida? —asentí a la pregunta del chico.

Justo en ese momento mi celular comenzó a sonar, lo más probable es que era mi madre.

—¿Bueno? —miré al cielo con una sonrisa

—¡¿Dónde estás, Jane?! —gritó mi hermana Atenea por el otro lado de la línea

—A ver, tú no me vas a gritar, no tienes derecho a...

Mira, no estoy para escuchar tus excusas, ¿Sabes dónde está mamá? —interrumpió

—En su casa, ¿Dónde más?

No, idiota, te estoy preguntando dónde está porque estoy afuera de la casa y ella no está aquí

—¡¿Cómo que no está en la casa?! —Lukas prestó atención a mi conversación

No, aparte de eso, está con Dylan

Ya voy para allá —colgué la llamada sin esperar respuesta por parte de Atenea —Lukas, el día de hoy fue increíble pero me tengo que ir.

—Jane, espera, ¿Qué pasa?

—Mi mamá no está en casa y tiene a mi sobrino

—¿Y dónde está?

—¡No lo sé, Lukas! 

Con La Mirada En El Cielo ©Where stories live. Discover now