Capítulo 13

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Las cenas siempre habían sido momentos casi sagrados para la familia Harding porque, a diferencia de otras familias, nosotros solíamos aprovechar esos minutos para compartir. Ya fueran las risas provocadas por los chistes malos de Ned, las peleas que provocaba Erick con su altivez y, por supuesto, las anécdotas familiares y de la empresa que papá solía contar y de las cuales no nos aburríamos jamás.

Dejar atrás una costumbre tan alegre con la furiosa partida de mi hermano mayor, había sido como atestiguar la caída del primer pilar de nuestra siempre unida familia. Por eso me había alegrado mucho que mis padres se hubieran esforzado por retomarla después de nuestra reconciliación, aprovechando cada precioso segundo que nos quedaba juntos, para crear sonrientes y nuevos recuerdos, como decía papá. Sin lugar a dudas, noches valiosas y alegres para los tres Harding que quedaban en casa... y por eso no comprendía por qué el desesperante chirrido de los cubiertos contra la porcelana había regresado para imponerse entre nosotros, al mismo tiempo que el incómodo aire pesaroso.

Levanté la vista de mi plato y observé a mi padre primero; sus hombros estaban ligeramente encorvados y apenas había probado bocado, algo que era muy inusual en él porque su postura siempre se mantenía derecha. Traté de encontrar una respuesta en los ojos de mi madre, pero las veces que ella alzó los suyos, iban con preocupación a su esposo.

¿Acaso habría tenido una decaída en su estado de salud y yo no me había dado cuenta? Me fijé en su semblante; sus labios parecían tensos y sus ojos no tenían su brillo habitual. Más que enfermo parecía... triste, aunque no podía descartar su salud con tan solo eso.

«Tiempo, ¿por qué eres tan cruel al seguir tu curso indolente ante nuestros pesares?», suspiré y volví la mirada a mi plato. En nuestro actual escenario, lo mejor sería preguntar directamente, pero estaba segura de que mi padre no respondería, más si estaba relacionado con su enfermedad para no preocuparnos. Así que, dejando los cubiertos a un lado con delicadeza, esbocé una sonrisa pequeña y decidí dar un paso para retomar nuestra querida costumbre. Eso, al menos, lo alegraría un poco y quizás se animara a decirnos qué estaba pasando.

―Esta temporada parece que será diferente a las anteriores. ―Ambos voltearon a mirarme―. Algunas debutantes son interesantes.

―¿En qué sentido? ―preguntó mi madre.

―Bueno... se parecen un poco a mí, así que ya no me siento tan extraña ―me reí―. Tienen intereses intelectuales y eso me emociona mucho. Estoy segura que serán dignas contendientes.

―Oh, vaya... Y nosotros pensando que teníamos una joya rara en nuestras manos ―bromeó mamá.

―La tenemos ―aseveró padre, dedicándome una sonrisa pequeña y orgullosa―. Estoy seguro que nadie llega a los talones de nuestra hija.

Le devolví el gesto con agrado ante su cumplido.

―De eso no hay ninguna duda ―continuó mi madre con emoción―. Y por lo que leí en el Rumores del Viento de esta mañana, hay muy buenos partidos esta temporada. Lady Ventisca ha dicho que la corona se la están jugando lord M y el reservado lord W. Lady Rowbottom me dijo que se refiere a lord Melford y al conde de Wemberly que regresó hace poco de un largo viaje.

Bajé la cabeza para ocultar la pequeña sonrisa traviesa, porque había pasado tal como lo había predicho: lady Ventisca había metido de cabeza al conde en el mercado matrimonial.

"Ambos caballeros han dejado a más de una sin aliento, pero si me lo preguntan a mí, queridos lectores, lord W tiene un aire enigmático que seduce por sí solo. Esta escritora se pregunta: ¿alguna damita será lo suficientemente ágil para atrapar al escurridizo viudo?", eso había escrito en su columna al día siguiente de la velada floral, y a pesar de no haberme mencionado ―gracias al cielo―, su "disimulado" favoritismo por lord Wemberly despertó el interés de las damas... y el acoso hacia mí. 

La dama de medianocheWhere stories live. Discover now