Capítulo 26

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El parque Leighton siempre había sido un lugar de inspiración al cual acudir cuando sufría de bloqueo. A veces bastaba con dar una larga caminata mientras disfrutaba de la brisa de la tarde y de las flores; en otras ocasiones optaba por sentarme en alguna banca frente al estanque a escuchar el trino de las aves y ver nadar a los patos. Pero mi técnica favorita, sin lugar a dudas, era observar a las personas.

Con mi fiel libreta en mano, me gustaba deambular por las caminerías e imaginar historias sobre las parejas que paseaban por allí: como un amor dulce que surgía a primera vista o algún drama que finalizaba en un duelo excitante. Y pese a que ninguna de ellas era cierta, estimulaban mi dormida creatividad.

Era infalible y me divertía mucho haciéndolo, sin embargo, en esa tarde de verano, no iría al parque con la intención de fantasear porque había dejado de ser una mera espectadora del amor para realmente crearlo, sentirlo... vivirlo.

Y eso avivaba mucho más mi creatividad.

No importaba si se trataba de un intercambio secreto de miradas, caricias o uno de sus febriles besos que hacían galopar la sangre por mis venas; Ethan era capaz de despertar mi alma y me convertía en un volcán creativo. Provocaba en mí la necesidad de escribir; era asombroso, excelso... y pronto tendría la dicha de llamarlo mío.

Tapé mi rostro y me moví de un lado a otro en la poltrona... Sonaba como una desvergonzada, pero ¡era maravilloso!

Me hubiera encantado compartirlo con alguien, pero la única persona que me escucharía hablar y hablar de mi novio sin quejarse era Ellie... y con seguridad no la vería hasta el día siguiente en mi cena de compromiso. Me reí por lo bajo, Ethan había tenido razón al decir que la música de Thornton era milagrosa y perversa en partes iguales, porque si bien el viaje de ida había sido incómodo por la tensión entre la pareja, el de regreso también lo había sido, pero por una rigidez... diferente.

La interrogaría apenas la viera.

De repente, mi madre ingresó a la salita como un vendaval y en su rostro había una amplia sonrisa.

―¡Querida! ¡Lord Wemberly ha llegado!

Ante su anuncio las sensaciones se convirtieron en una ráfaga que viajó por mi cuerpo. En mi pecho mi corazón latía con vigor, el calor reinaba en mis mejillas... y el suspiro se formó cuando entró y me regaló el candor de sus soles veraniegos.

Al estar frente a mí, Ethan pasó un libro que llevaba consigo a su izquierda para dejar un beso en mis nudillos cubiertos.

―El esplendor forma parte de usted, señorita Harding.

―Gracias, milord ―acepté el halago y le dediqué una mirada entre tímida y coqueta que él correspondió con ese gesto ladino que lo caracterizaba.

―Le comentaba a lord Wemberly que todo está preparado para mañana. La cena de compromiso será sencilla pero preciosa, digna de ambos.

―Ha planeado todo con mucho esmero y cariño ―añadí en tono agradecido hacia mi madre.

―Y estoy seguro de que será una celebración perfecta. ―Con galantería, Ethan tomó la mano de mi madre y la besó―. Le agradezco su dedicación, señora Harding. Es muy valioso para mí, para nosotros.

Los ojos de mi madre destellaron de alegría ante el cumplido.

―¿Le gustaría tomar algo antes de salir, lord Wemberly? El día está un poco caluroso ―preguntó ella, solícita.

―Me encantaría, pero he preparado una tarde de picnic para compartir con mi prometida...

―¡Excelente! Entonces iré a decirle a Daisy que están por salir ―lo interrumpió en voz avivada y salió de la salita, tratando de disimular sus rápidos pasos.

La dama de medianocheWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu