Promesas

15 1 0
                                    


(Tres años atrás)

Ser una mujer práctica y que sabe lo que quiere, siempre ha sido característico en mí. Sin embargo, para llegar a este punto en el que ahora me encuentro he tenido que pasar por muchas horas y días, si no es que semanas de pensar lo que estoy por hacer...

—¿Estás segura? —pregunta Sofía, por tercera vez. Está sentada en su cama viendo como camino en círculos en su habitación—¿de verdad?

—Lo estoy —respondo firme. No quiero ahondar más en mi decisión, pero ella quiere que esté segura de lo que voy a hacer, así que vuelve a decir—: Sabes que si lo haces no habrá marcha atrás ¿cierto?

Exclamo su nombre en modo de queja y cansada me dejo caer sobre su cama con los ojos cerrados— no puedo seguir con esto y lo sabes, eres mi mejor amiga ¿no? Sabes que estoy en mi derecho, se acabó.

—Lo sé —responde y yo suspiro— no te negaré que me preocupa, me preocupas Mar...

«ahí va de nuevo», pienso.

—¿Y si no sale como esperas? —cubro mi cara con una almohada y ella se queda callada.

Esta noche se acaba todo, no importa el resultado, le pondré fin a esa situación. No puedo seguir intentando reparar una relación que no da para más. Ni siquiera es una relación propiamente dicha. Terminamos hace unos meses, nueve para ser exactos, nueve meses en los que intenté por todos los medios solucionar un mal entendido, una mala decisión, un corazón roto.

Se supone que si existió amor entre nosotros podíamos superarlo. Fue bajo esa premisa que lo hice. Lo intenté. Me negué a aceptar ese final para nuestra historia, tanto tiempo juntos, tantos recuerdos, tantas risas compartidas, sueños por cumplir, no podía terminar así, nuestro amor merecía el intento. Lo valía. Sin embargo, aquí estoy, sentada en el borde de la cama de mi mejor amiga, pensando en todos los esfuerzos que hice porque el resultado fuera distinto, dejando ir el último hálito de esperanza de aquel amor que creía podía con todo y contra todos. Ese que hoy se desvanece ante mí.

«No puedo prometer que te seguiré queriendo después de esto».

La sensación de sus manos al deshacer mi abrazo invade mi mente y una lágrima brota de mis ojos y que enjugo con rapidez para que Sofía no la note.

—¿A qué hora piensas ir? –inquiere.

—Aun no lo sé —respondo soltando un suspiro— ¿vendrás conmigo? —digo y ella ignora mi pregunta, es claro que vendrá conmigo, ella dijo que lo haría.

El tiempo transcurre en la colorida habitación, mientras veo algún punto en el techo y Sofi busca canciones en su reproductor. La noche cae y con ella también llegan mis ganas de recuperar la poca dignidad que me queda, con presteza me levanto de la cama—: Es hora —digo y ella asiente con la cabeza, va por su chaqueta y salimos de allí.

•••

Con cada paso que doy la ansiedad, el miedo y los nervios se acrecientan, mi respiración se ha tornado irregular y apuesto que hasta el color de mi rostro ha cambiado.

Estamos frente al porche de aquella blanca casa que muchas veces me recibió, un extraño sentimiento me abraza «¿de verdad esto es lo que quiero? ¿este es el final?»

—No tienes que hacerlo si no quieres —sugiere mi amiga, dejando en el aire la posibilidad de irnos de aquí.

—¿Marcia? —habla una voz detrás de nosotras, la reconocería en cualquier lado. Ambas nos giramos con sobresalto.

Te mentiríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora