El tiempo vuela cuando te diviertes

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La calidez en su mirada no ha cambiado a pesar del tiempo transcurrido, me mira así desde que tengo memoria y en sus ojos siempre encuentro paz.

—Gracias por venir a verme —expresa con ternura la elegante dama sentada frente a mí— ¿Tu hermano está bien? —averigua después de beber un poco de su chocolate caliente. Este invierno promete ser más frío que el anterior. Asiento con una sonrisa ante su interrogante.

—Llega mañana, tuvo que suplir a un compañero de último momento —le explico y ella mueve la cabeza de arriba abajo comprendiendo lo que digo. Y no miento, Hugo tenía planeado viajar conmigo cuando recibió la llamada de emergencia, su trabajo es así. —Te extraño ¿Por qué no vuelves? —inquiero y ella sonríe mientras su mano acaricia la mía.

—Porque me gusta vivir aquí, es tranquilo. Además, estoy lejos de doña perfección, digo tu madre —sonrío de lado. Desde lo que pasó con mis padres, el desagrado de mi abuela por mi madre se hizo más evidente— ¿tu padre está bien? ¿sabe que su madre sigue viva? ¿Por qué no ha venido contigo? —vuelve a interrogarme. Tomo mi tiempo para responderle y mientras lo hago, la observo. Nadie pensaría que la mujer que me acompaña está próxima a cumplir ochenta años. Alta, delicada y de buen talante. En sus ojos se pueden apreciar la profundidad del mar y las arrugas en su rostro sólo son las huellas de que ha vivido una vida plena.

Mi abuela es sin lugar a duda una hermosa mujer.

—Ya sabes cómo es en el trabajo—le explico en un intento por defenderlo, hasta que alguien capta mi atención— ¿Qué hace ella aquí? —murmuro de repente con el ceño fruncido.

—¿Quién? —dice mi abuela girándose a buscar a la persona cuya repentina presencia me sorprende.

«De todos los lugares en el mundo, la vida tuvo que traerla aquí».

Mis ojos siguen sus pasos a través de la amplia ventana, la ven sonreír e inconsciente hago lo mismo desde mi sitio.

—Es linda —escucho decir a mi abuela y enarco una ceja— ¿Cuál es su nombre?

—Marcia —respondo al instante. Mi entrecejo se vuelve a juntar cuando alguien intercepta su camino «¿quién es él?». El desconcierto en su cara ha reemplazado la sonrisa que traía. La manera en que sus ojos observan al hombre frente a ella me hace pensar que no está cómoda con aquel encuentro.

Una voz en mi interior grita que debo acercarme y sacarla de ahí, pero mi razón hace que el impulso por ir hacia ella se contenga y por primera vez en mucho tiempo la indecisión libra una batalla dentro mío.

—Ve —ordena mi abuela, que observa la escena junto a mí— ¡anda! —insiste y yo obedezco. Sea cual sea el resultado de mi intromisión, debo saber si ella está bien.

A pasos apresurados avanzo hacia ellos, mientras pienso en lo que diré o lo que haré cuando esté lo suficiente cerca y para ser sincero lo que se me acaba de ocurrir no parece ser algo muy eficaz, pero al estar a pocos centímetros no tengo más opción que envolverla en mis brazos— pensé que no vendrías —beso su mejilla, su cuerpo se alerta con mi contacto «Por favor no te enojes, confía en mí».

—Hola —dice en un murmullo cuando sus ojos han encontrado los míos. Una leve sonrisa se esboza en mi cara al sentir el agradable aroma de su perfume, mis brazos se ciñen a su cuerpo en un intento por hacer que se sienta segura— me hice tarde, lo siento —inventa.

Frente a nosotros todavía se encuentra el sujeto que interceptó a Marcia. No tengo intención alguna de dejar que ella permanezca un minuto más aquí, por lo que, ignorando el hecho de haber interrumpido algo entre ellos, me animo a preguntarle—: ¿Vamos?

Ella asiente con la cabeza y sin decir algo más retomamos la dirección que seguía antes de encontrarse con él.

A poca distancia de nosotros puedo ver a sus amigos Sofía y Nico acompañados de una pareja más— Me disculpo por intervenir —digo antes de llegar con ellos— también por el beso. No debí, pero...

—Gracias —interrumpe ella.

Sofía empieza a cuestionar a Marcia apenas llegamos, yo por mi parte me quedo callado para darles su espacio.

Nico, que estaba a mi lado derecho, señala las dos sillas libres a su lado para que nos sentemos junto a él, no obstante, antes de hacer algún movimiento, la otra chica del grupo intenta disimular una pícara sonrisa mientras señala la forma en que aun sujeto a Marcia.

Avergonzados nos separamos y nos acomodamos en los asientos, su amiga sigue con la mirada a Marcia y yo la imito, así puedo notar que el rubor ha teñido sus mejillas.

Al cabo de un rato, cuando las preguntas han acabado, Marcia empieza a presentarme a sus amigos que van sonriendo cuando ella menciona sus nombres. Todos son agradables y amables, las risas van y vienen con total naturalidad, las bromas que entre ellos se hacen también me hacen reír, una que otra pregunta va directa hacia mí y las contesto con la misma familiaridad que si fueran mis amigos con los que estoy reunido y no los de ella.

Así pues, las horas pasaron dándole sentido al dicho "El tiempo vuela cuando te diviertes" y cuando menos lo esperé la tarde había llegado y con ella la razón por la que me encontraba en este bello lugar.

Por eso tuve que despedirme de Marcia y sus amigos con la promesa de volvernos a reunir, esta vez para cenar según propuso su amiga Sofía que, junto con Olivia, eran las más felices de estar aquí.

•••

La serenidad con la que encuentro a mi abuela sentada en el sillón de su sala, inmersa en la lectura de uno de sus libros favoritos, definitivamente me hace dudar entre si debo contarle o no, el plan que mi madre tiene.

—¿Abuela? —llamo su atención.

—¿Todo bien? —inquiere y sonrío al percatarme de que ella sabe que algo pasa, o al menos lo sospecha. "Los años no pasan en vano" suele decir a veces.

Mi abuela es paciente, conoce a los suyos, ella te da el tiempo que no has pedido para que ordenes tus ideas y hables sin divagar.

Extraño que ya no viva en la ciudad con nosotros, era sencillo ir con ella cada vez que algo me abrumaba o simplemente a tomar el té de la tarde. Una costumbre en ella, desde mucho antes de que mi abuelo muriera y que yo disfrutaba por las anécdotas que algunas veces compartía conmigo.

«¿Qué haré cuando ya no esté?» mi corazón se encoje de sólo pensar que un día puedo ya no verla, no escucharla, no decirle cuánto la quiero. Y que decidiera pasar la última parte de su vida en este pueblo que, si bien es bonito y tranquilo, queda unas horas más lejos de nosotros, su familia.

Casi un año fuera del país sin poder ver sus hermosos ojos y ahora me encuentro aquí, frente a ella, con la culpa de no traer la mejor de las noticias...


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⏰ Last updated: Apr 28, 2022 ⏰

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Te mentiríaWhere stories live. Discover now