La chica del café

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Con los codos flexionados sobre el escritorio y con mis manos entrelazadas, sostengo mi cabeza mirando hacia la nada. Mis pensamientos evocan aquel recuerdo, al mismo tiempo que las comisuras de mis labios se curvan en una sonrisa «¿Quién eres? ¿Cuál es tu nombre?».

Hace un par de semanas mis amigos y yo habíamos acordado reunirnos en el café-bar de siempre, para celebrar mi retorno al país después de una larga temporada como voluntario en una de las campañas que mi hermano y un grupo de otros médicos realizaron en favor de los niños menos favorecidos.

—¿Ya están ahí? —escribí a mi mejor amigo, Marcos— estoy afuera.

—Voy llegando.

«La puntualidad todavía no es lo tuyo ¿eh?»

—Nicole, Tom y Ricardo ya están allí. No tardo.

—Vale —le respondí y entré al lugar que debo aclarar estaba repleto, lo que dificultaba un poco localizar a mis amigos. Un joven de los que allí atendían me ofreció una bebida de cortesía pues estaban presentando su propia marca de café. Después de recibirla y agradecer el gesto caminé un poco más dentro del local y así obtener una mejor vista que me ayudara a ubicar al menos a uno de mis amigos.

A la primera persona que alcancé a ver fue Nicole, que hacía señas con su mano para que los viera. Sonreí y me dirigí hacia ellos cuando de la nada apareció una chica que chocó conmigo.

—¡Fíjate por donde caminas! —exclamó. Con el impacto mi café cayó sobre su pecho, mojando la blusa de lunares que llevaba puesta.

—¿Qué? —respondí sorprendido por su reacción— si fuiste tú quién chocó conmigo.

Al parecer no le agradó mi respuesta porque si su mirada matara, yo estaría tirado en el piso en ese momento.

—¡¿Yo choqué contigo?!—repitió— es obvio que fuiste tú —insistió al mismo tiempo que señalaba su pecho mojado por la bebida.

Era increíble, tenía dos días de haber vuelto y ya estaba en problemas. La miré por un breve momento antes de contestar, sus ojos eran negros como la noche, al igual su mediana melena que caía a los costados de su rostro en finas capas hasta llegar un poco más allá de sus hombros. Su ceño fruncido lejos de parecer molesta le hacía ver graciosa— Claro, te vi y pensé: "voy a echarle mi café a esa chica, a ver qué pasa ¿no? —ironicé.

Un par de chicas estaban en la mesa de donde ella había salido, nos veían expectantes, supuse eran sus amigas. Una de ellas reafirmó mi defensa y la segunda lo hizo después, eso pareció molestarle un poco más porque me lanzó una fulminante mirada y pasó de mí rumbo a la salida—¡Me debes un café! —alcancé a decir, aunque no estoy seguro si llegó a oírme.

«Vaya bienvenida» pensé. Me giré hacia la mesa donde estaban sus amigas y sin dudarlo pregunté—: ¿Cuál es su nombre?

—¿Quién pregunta? —averiguó una de ellas.

—Leo —contesté sin más.

—Pues no sabemos cuál es su nombre, Leo. Lo siento. —se apresuró a responder la otra chica que estaba a su lado. Sonreí de lado y con un leve movimiento de mi cabeza en forma de negación, caminé hacia la mesa donde mis amigos me esperaban.

Cuando llegué con ellos, que también habían sido espectadores del incidente, empezaron a reír.

—Tierra llamando a Leo, tierra llamando a Leo —dice Marcos desde el otro lado de su escritorio y yo sonrío— ¿Alguien especial?

Te mentiríaOnde histórias criam vida. Descubra agora