Uno a uno

2 1 0
                                    

—¡Perdóname, estoy tan arrepentido, no puedo descansar desde ese día —decía Roberto entre muecas de dolor.

—Vienes a pedir perdón aquí. Vaya que tienes valor. En todo caso ya sabes la respuesta... —le contestaron desde las sombras.

—Te ruego que me disculpes, ¡no fue personal! —comentó Roberto.

—¿Cómo un asesinato no va a ser personal? Cuando empuñaste tu arma en mi contra, ¿no fue personal? Cuando decidiste cortar de tajo mi vida, ¿no fue personal? Cuando por unas monedas decidiste acabar conmigo, ¿no fue personal? El perdón no es mío para darlo. Ahora toma tu teléfono, en 5 segundos vas a recibir una llamada.

—Sí, ¿bueno...? —contestó Roberto incrédulamente. Pero...¿es en serio? ¡Dime que no es cierto! ¿Cuándo? ¿Su cara qué? No puede ser...

Roberto colgó su móvil, suspiró y apuñó las manos. Sus ojos derramaban lágrimas de desesperación.

—Me acaban de avisar que mi tío acaba de fallecer por un infarto —dijo sumamente nervioso. Me dicen que en su cara había un rictus de terror.

—Sí, murió de miedo al verme. Esa fue la causa de su infarto. Uno a uno acabaré con toda tu familia. Después seguirán tus seres queridos y luego seguirás tú. Hasta entonces, ajustaremos cuentas.

—¡Perdóname por favor, la necesidad me hizo asesinarte! ¡Lo hice por un pago! —dijo Roberto gritando desesperado.

—Que ironía. A ti te pagaron por asesinarme y yo te estoy persiguiendo gratis —dijo aquella sombra antes de desvanecerse entre carcajadas que retumbaron en todo el cementerio.

Historias para pensar en la obscuridadWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu