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—Hola Ccino

Las miradas de aquellos esqueletos se encontraron y por alguna extraña razón Badir se puso nervioso. Se perdió en aquellos ojos color crema, parecía que el tiempo pasaba de manera lenta, como si el mundo se hubiera detenido solo para que  pudiera admirarlo sin sentirse presionado por el pasar de los segundos.
No sabía cuánto tiempo había pasado pero la voz confundida de Ccino lo saco de su imaginación.

—¿Gustas pasar Night?— por fin pudo preguntar el otro esqueleto con polo color crema, regalandole una sonrisa incómoda por la forma en la que lo miraba.

—Llámame por mi nombre— réplico Badir un poco irritado, bajandose la capucha de cabeza, junto con un pequeño sonrojo verde, tan pequeño que a simple vista no se veía, ¿Que le pasaba?

—¡Vas a pasar si o no!— contesto Ccino mientras le daba una mirada irritada, sabía cómo era Badir, si por el fuera lo dejaba afuera, pero le hablaba por su cuidadora coneja.

—Bueno, bueno, dime la verdad mi niño, vienes a verme a mí o a mi nieto— réplico la señora coneja con una sonrisa nerviosa, sabía lo que pasaba. Desde que su nieto y el emperador se conocieron no llevaron una buena relación, a veces hablaban pero siempre terminaban pelando por algo insignificante. Eran extraños.

—Es obvio que vengo a verla a usted Señora Amalia— dijo Badir mientras extendía su mano con la bolsa hacía la señora Amalia.

—Ow, tu siempre tan bueno— dijo la señora coneja mientras tomaba la bolsa y acercaba su pata hacía la cara al esqueleto, aunque Badir de inmediato retrocedió, no quería ensuciar la pequeña, blanca y esponjosa pata de la coneja con aquella magia espesa que portaba por casi todo su cuerpo.

La mujer coneja retiro su pata con una cara triste, ella sabía lo que le pasó a ese muchacho y cada día lamentaba el haberse ido en el día más importante del esqueleto, ella siempre se culpaba, siempre mencionaba que si ella no se hubiera ido, aquel chico no hubiera tenido que cargar con otro dolor más. Badir siempre le decía que nunca fue su culpa, mencionandole que el no fue lo suficientemente fuerte para  aguantar toda esa magia negativa.

Badir al notar el gesto que hizo aquella coneja, se sintió mal(?), Por alguna razón sintió compasión.

—Hey— le llamo Badir a la señora Amalia, sacándola así de sus pensamientos, a juzgar por su expresión sabía lo que pensaba —Estoy bien— le dijo Badir al notar que la coneja lo miro.

—Lo se... Lo se mi niño— regalandole una sonrisa, la señora retenía las lágrimas, no quería que su nieto ni su emperador la vieran llorar.

—Vamos a la cama, es hora de que descanses— menciono Ccino sujetándola del brazo y la espalda —Espérame, ¿Si?— se dirigío a Badir que le asintió preocupado con la cabeza.

(...)

—¿Todo bien?— pregunto Badir.

—Si, solo necesita descansar, ya es mayor asi que... Ya piensa otras cosas

—Si... Supongo que sí...

El silencio reino por un momento y se estaba empezando a poner algo incómodo.

—Oye, ¿Quieres un café?— pregunto Ccino de manera nerviosa.

Ccino era dueño de una de las mejores cafeterías del pueblo, era visitado por muchos, tanto monstruos que gustaban un café o pastel así como unos que iban a calmar su resaca después de tomar toda la noche, y cabe resaltar que muy seguido iban unos guerreros del castillo, no sabía sus nombres solo unos apodos que ellos mismos se decían... Y no eran muy lindos que digamos.

|[ Secretos De Un Emperador ]| - Empireverse Where stories live. Discover now