LIBRANDO BATALLAS

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Miros sostenía con fuerzas las riendas de su caballo, no porque tuviera miedo a caerse, si no porque la rabia lo consumía por dentro. Y es que toda esa situación se estaba saliendo de control. Si en unos años atrás le hubieran dicho que el rey Rojan, el rey "De los Dragones", aquel hombre de honor, de fortaleza, leal a sus amigos, se había posicionado en contra de la Región de Kalarra, de su gran amigo; entonces no lo hubiera creído. 

—Estoy deseando ver a mi dragón —dijo Addy con alegría.—.—Se va a poner como loco. 

Liliana le sonrió por un momento. Sabía de lo deseoso que estaba su amigo de ver a Taurus, y aunque ella tenía las mismas ganas de llegar por fin a Gyford; aún debía de encontrar el valor en lo más profundo de su ser, para enfrentarse a lo que estaba por llegar. 

Eran dos días ya desde que partieron de la aldea de las sílfides, estaban agotados y hambrientos; y a ninguno de ellos pareciera tener ganas de pronunciar palabra. No tenían ni idea de lo que se iban a encontrar al llegar. Y a Liliana era lo que más le preocupaba. ¿Y si llegaban demasiado tarde para salvar a su padre?. 

Malle la miró por un instante, quería consolarla pero al mismo tiempo tenía miedo al rechazo. En el fondo se sentía culpable, pues había formado parte de esa disputa que se había formado entre las regiones. Bajó la mirada y contempló el colgante que Lyu le había dado. La piedra roja brillante encajada perfectamente en aquella gargantilla, la rozó con los dedos y esta emitió una leve luz, casi insignificante pero viva. 

—¿Cuando te decidirás? —la voz del príncipe Miros la sobresaltó. 

Liliana y Addy que también lo habían escuchado, miraron de reojo a Malle. Esta escondió rápidamente el colgante de nuevo en su bolsillo y se acomodó nerviosa en la silla de montar de su caballo. 



—¡Quiero a todos mis hombres apresando a esos canallas! —gritó el rey de Gyford con furia.

—Pero majestad... 

—¡Ahora! —Rojan estaba fuera de control, sacudía sus manos con nerviosismo. 

David esperaba a tan solo unos metros de distancia del castillo de Gyford y acompañado por dos hombres de la guardia de Los Rebeldes. 

—No es buena idea mi señor —comentó uno de los hombres mientras vigilaba las alturas del castillo. 

Pero el rey de Kalarra no pronunció palabra alguna. Tenía fe en su amigo del alma, tenía fe en que pronto volvería su juicio, y soltaría a Edgar. Tenía que intentarlo al menos, antes de que una guerra entre dos regiones acabara destrozando por completo la paz en Aysirial. 

De pronto a lo alto de una almena empalizada donde hacían guardia algunos soldados de Rojan, apareció él junto con un Edgar malherido. Tenía la cara hinchada por la golpiza que le habían propinado y apenas se podía poner en pie. David apretó las manos conteniendo la rabia. 

—¿Qué has hecho amigo mío? —preguntó mientras se esforzaba en levantar la voz para que pudieran escucharlo. 

—¡Esto es culpa tuya! Debiste de escucharme, ahora todos os enfrentareis a la furia de Gyford. 

—Has perdido el camino de la razón. La pérdida de Clarisse te ha nublado la mente. 

—¡No la nombres ante mí! ¡No tienes derecho! —gritó encolerizado—.—Ella mi amada esposa, mi reina, pronto volverá a mí. Sí, se me ha prometido, y así será. 

David no reconocía a Rojan, estaba realmente perdido, fuera de sí. En aquél mismo momento entendió que ya nadie podía hacer nada por él. Si el rey de Gyford no moría en aquella batalla, entonces la locura se desencadenaría a través de todas las regiones. 

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⏰ Letzte Aktualisierung: Nov 24, 2021 ⏰

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AYSIRIAL, LA NUEVA ERA. ©Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt