LA MAGIA DEL PORTAL

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Lyu seguía dando vueltas sobre la cama sin poder pegar ojo, dio un pequeño vistazo a la cama de al lado, allí dormía Malle tranquilamente. La joven princesa se levantó y se sentó sobre la cama de la maga.

—Malle, ¿duermes? —preguntó en susurros. 

Pero no hubo respuestas. 

—Quiero hablar contigo, ¿Malle? 

Quería decirle cuanto lo sentía, sentía haber sido tan dura con ella. Malle no les debía absolutamente nada y aún así se mantenía a su lado para ayudarlos. No merecía aquellas duras palabras. 

Pero igual que la vez anterior, no hubo respuesta. 

Se levantó y salió de la cabaña. La aldea estaba en calma, nadie a la vista, pues era demasiado tarde, todos debían de estar durmiendo ya. Las sílfides no solo eran famosas por su energía que daba vida a Aysirial, si no también por los rituales y fiestas nocturnas que organizaban en sus aldeas, para ellas era una forma de ahuyentar al mal y a la oscuridad. Pero aquella noche no hubo fiesta, pues su princesa casi muere.

Caminó y caminó, a veces con un dirección y otras veces sin una. Sus pensamientos la consumían en aquella noche oscura. ¿Sería capaz de enfrentarse a lo que les esperaba?, ¿había sido una buena idea toda aquella aventura?, ¿era igual de fuerte que sus padres? Solo era una princesa asustada. 

De pronto se encontró con un muro extraño, miró a su alrededor, no sabía como había llegado hasta allí, observó la aldea a unos quinientos metros más al norte. Se había desviado y ahora se encontraba en los límites del bosque. Observó más detenidamente el muro, era alto de al menos cuatro metros y con una anchura de tan solo 2 metros. Parecía una puerta, una puerta enorme. En él había unos símbolos circulares que lo bordeaban, unos símbolos que a Lyu le pareció haberlos visto antes en algún libro de historia. 

—Bonito, ¿verdad? 

Aquella voz la sobresaltó. Se trataba de al anciana de las sílfides. 

—Sí —dijo la princesa con una dulce sonrisa. —¿Qué es? 

—Un portal, este lleva aquí siglos, tal vez desde el nacimiento de Aysirial. Nadie lo sabe o tal vez el oráculo que todo lo ve lo sepa. 

—¿Un portal?, ¿de verdad? He leído sobre ellos, fue la cauda de la guerra pasada con los liches. Los portales los dejaban entrar. Nunca había visto uno, es fascinante —dijo asombrada. 

—También trajo a tu madre aquí. 

Lyu lo sabía, sabía que su madre no era de aquel mundo, que lo dejó todo por estar aquí, al lado de su padre. A veces le mostraba una pequeña fotografía con la foto de su familia, recordaba los ojos de tristeza de su madre cuando hablaba de ellos. Podía ver en ella el dolor que sentía de haberlos dejado atrás. 

—Ahora son inservibles. El oráculo los cerró para siempre, nadie puede abrirlos ahora —dijo la joven recordando los libros de historia. 

—Así es. Por el bien de Aysirial es bueno que sigan así. No deseamos visitas de otros seres malignos. 

Lyu asintió. Los portales eran fascinantes, el poder que tenían y lo que podían hacer era realmente increíble e interesante, pero como había dicho la anciana, era mucho mejor así. Ya tenían suficiente con los magos oscuros, no querían lidiar con otra guerra contra los liches. 



Edgar esperaba impaciente en el salón de visitas del castillo de Gyford. Rojan lo estaba haciendo esperar ya demasiado tiempo. Por supuesto no había ido solo, estaba acompañado por soldados de Thiday que cuidaban por la seguridad de su rey. 

AYSIRIAL, LA NUEVA ERA. ©Where stories live. Discover now