RUMORES ENTRE FUEGOS ARTIFICIALES

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Hacía ya veinte años de la última guerra vista en Aysirial. Una guerra marcada por todos los aysirilianos, marcada en su historia, en su forma de vida, en su dolor, en sus corazones...

Todos los años se celebraba la gran victoria, la victoria que les había llevado a esa deseada paz.

Pero en Kalarra, además de celebrarse esa victoria, también se celebraba el cumpleaños de la princesa, la preciosa hija de los reyes de Kalarra.

Lyubov era una chica de dieciocho años seria, muy atenta con sus ocupaciones, siempre cuidando de todos los detalles de su corta vida. Pues de los dos hijos de los reyes, ella era la más obediente y la más correcta.

Su hermano Miroslav, el príncipe y heredero al trono era más bien un rebelde. Todo lo contrario que su hermana, pasaba por alto todas sus ocupaciones, siempre andaba jugando con sus amigos, sus caballeros. Además, era un total mujeriego, a sus diecinueve años no escuchaba a sus mayores y hacía lo que le venía en gana.

La reina y Dama de la Luz entró a la habitación de su hija, allí sus damas la preparaban con todo esmero para que quedara radiante para su décimo octavo cumpleaños. Su madre la miró con nostalgia y con alegría, pues su pequeña había crecido tanto y le parecía ayer cuando la tuvo por primera vez en sus brazos.

Ocupó el lugar de la dama que la peinaba, su hija le dedicó una sonrisa dulce.

—Estás preciosa. —dijo la reina emocionada.

—Gracias madre. —respondió mirándole a los ojos a través del espejo. —. —Sabes que no estaba muy de acuerdo con celebrar otra fiesta de cumpleaños, todos los años es lo mismo, la misma música, la misma ropa roja, la misma comida, la misma gente... Pero como siempre obedezco a padre. —dijo con resignación.

Su madre la miró pensativa.

—Este cumpleaños es diferente, cumples la mayoría de edad y es tradición que todos los príncipes o princesas celebren su mayoría de edad, tu padre no quería que fuera diferente para ti —dijo mientras colocaba una especie de diadema en la cabeza de la princesa. —. —La música puedo ordenar que se cambie si no te gusta, la comida tengo entendido que la señora Vaker ha preparado algo nuevo. En cuanto al vestuario sabes que no se puede cambiar, pues el rojo es el color de Kalarra y la gente... Bueno la gente tampoco se puede cambiar, son personas importantes en Aysirial, vienen de todas partes para celebrar el cumpleaños de mi preciosa hija, y es un honor recibirlos.

—Sí, todo un honor. —repitió sin ganas.

En ese momento recordó a la familia de embajadores de Gyford, todos ellos cortos de altura y largos de anchura, nunca hablaban con otras personas en las fiestas, solo se dedicaban a criticar por lo bajini a todo el mundo que pasaba por su altura y a llenar esas barrigas que parecía que iban a explotar en cualquier momento.

También recordó al señor Hob, un hombre de unos cuarenta años, su mujer hacía ya seis años que lo había abandonado por otro hombre más joven y ahora no hacía más que beber cuando le surgía la mínima oportunidad, por lo que en todas sus fiestas de cumpleaños bebía hasta la saciedad y montaba grandes espectáculos diciendo sandeces contra las mujeres.

Sara pasó sus dedos por los mechones color caramelo de su hija con delicadez.

—Creo que estás más que lista.

Lyubov se levantó de la silla y las dos se abrazaron con cariño.

—Sé que tus anteriores cumpleaños fueron un poco desastres por culpa del señor Hob, pero esta vez será diferente. Será perfecto, te lo prometo.

AYSIRIAL, LA NUEVA ERA. ©Where stories live. Discover now