MAGIA

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A la mañana siguiente, la tormenta que se había formado en toda la región de Kalarra, despertó a Lyu. Vio a las demás durmiendo plácidamente sin inmutarse de lo que pasaba fuera. 

Se levantó y se asomó por la ventana, la lluvia caía con desespero, formando riachuelos  por las calles, a penas daban a basto las alcantarillas. Los truenos rugían con furia en el cielo y a cada relámpago iluminaba el cielo oscuro lleno de nubes. 

De pronto escuchó tocar la puerta y se dirigió hacia ella. 

—Aeon —dijo en un susurro. No quería despertar a las demás. 

—Esto es tuyo —dijo el chico mientras le entregaba la gargantilla con la piedra roja. 

La princesa lo cogió con ganas y miró de reojo con una sonrisa a Malle que dormía tranquilamente. 

—Era de mi madre. Espero que tu amiga lo disfrute —dijo con dulce sonrisa. 

—Gracias 

Aeon se quedó mirándola a los ojos por unos minutos, a Lyu no la incomodó. Ya estaba acostumbrada a que todo el mundo se extrañara de la rareza de sus ojos. Nadie en Aysirial había nacido con aquella mezcla de color en los ojos. 

—¿Querías algo más? —preguntó cortando aquella intensa mirada. 

—Sí, lo siento. Tu hermano y yo hemos decidido salir esta misma tarde, después de comer. 

—¿Con este tiempo? —preguntó sorprendida. 

—Es mejor así. Los buscadores no saldrán a buscaros hoy. Pensarán que no es necesario y esperaran a mañana. Es una buena oportunidad para alejarse de Talana. 


                                                                                       ҉  


Fantasma aterrizó justo en frente de las puertas del Oráculo. Sara fue la primera en bajar e ir a saludar a uno de los magos del Oráculo que fue a recibirlos. 

—Es un placer tenerles aquí, mi reina —dijo mostrándole una reverencia. 

—No puedo decir los mismo mago, no es una visita normal. Venimos a pedirles ayuda por los últimos acontecimientos. Aunque seguramente ya lo habréis visto. 

—Así es mi señora, podemos verlo aunque poco podamos hacer. Somos el ojo que todo lo ve, pero solo nos queda dejarlo pasar, porque contra el destino nada se puede hacer. 

—Queremos ver a nuestros hijos —dijo David. 

El mago asintió y los guio hasta el interior del Oráculo. Allí los esperaban los otros dos magos que junto al otro formaban el Oráculo. 

—Hemos venido a... —empezó a decir la reina. 

—Sabemos a lo que venís majestades, pero no podemos ayudarlos en ello. El ojo que todo lo ve solo se muestra ante nosotros. Nosotros solo podemos responder a sus preguntas. 

—¿Solo preguntas? —Sara se sentía más desesperada que antes. Durante todo el camino desde Kalarra había tenido la esperanza de que al llegar podría ver a sus hijos. Y ahora el Oráculo solo les ofrecía respuestas. 

—¿Están a salvo? —preguntó David primero. 

—Por el momento sí. 

—¿Dónde están? —preguntó Sara esta vez. 

AYSIRIAL, LA NUEVA ERA. ©Where stories live. Discover now