• Capítulo XXXV •

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El sonido de las cadenas golpeándose entre sí era todo el ruido que había en aquel pasillo oscuro, ni siquiera mis pasos y los del guardia que iba atrás de mí hacían tanto eco como lo que mi mente estaba repitiendo en mi cabeza una y otra vez: Vas a morir.

—Alto —un jalón que propició el guardia sobre las cadenas para que detuvieran el paso, provocó un gemido de dolor de mi parte. Pude sentir la sangre de mis muñecas correr por mis brazos y terminar en la orilla de la delgada ropa que llevaba.

Puso la antorcha en un portador y abrió el calabozo en donde estaría por ahora.

—Entra —emitió el hombre y así lo hice.

Sin cautela quitó las cadenas de mis manos y las arrojó en una de las esquinas del lugar, cerró la puerta y me dejó sola con apenas la luz de la luna que entraba desde una pequeña ventana con rejas. Me deslicé por la fría pared de piedra y me senté en la esquina con la mirada hacia la puerta, esperando que fuera verdad lo que me había dicho Camila.

—Si esta noche sale todo bien, mañana curaré las heridas de tus muñecas.

Esperaba que la noche pasara y se hiciera de día para poder verla de nuevo, aunque a este paso no tendría mucho sentido curar a un futuro cadáver.

Me acomodé en el frío suelo y me permití descansar, si es que así le podía decir a acostarse y reprimir el dolor. Y es que aunque no lo admitiera, mi pierna me estaba matando y la agonizante punzada sobre mi espalda no me permitía mantenerme derecha y mucho menos de pie. Quería dormir, pero nada estaba a mi favor para hacerlo. De pronto el sonido de pasos por el pasillo interrumpió el silencio.

—No se permiten visitas —escuché de parte del guardia.

—Retírate —la voz grave de Wilder retumbó por el lugar—. Yo me haré cargo por un momento mientras le curan las heridas.

—Disculpe, pero sin una autorización de parte de la orden del Sol no puedo hacerlo.

—Claro que sí porque yo se lo estoy ordenando —su dulce y melodiosa voz hizo que me levantara del suelo. Camila estaba aquí.

—Como diga, señorita —otra vez el sonido de pasos se escuchó, dando a entender que, en efecto, el guardia se había retirado.

El sonido de metal y metal chocando me alertó de que algo le hacían a la puerta y en efecto así fue, dejándome ver a un Wilder y una Camila preocupados.

—¡Rayos! Mira cómo te tienen esos malnacidos —dijo Wilder y puso una antorcha en un portador dentro del calabozo para tener más luz—. Camila te va a curar, ya le he dicho lo que te ha hecho ese maldito de Tamishiro.

—¿Por qué no me has dicho nada cuando te pregunté? —la voz de Camila mostraba cierto enojo. Entró y se sentó a mi lado —. He traído cosas para curarte.

—Wilder, gracias por todo, pero me darías un momento a solas con Camila, por favor —él asintió y salió del lugar para volver a cerrar la puerta.

—Extiende los brazos —procedí a hacerlo, mientras con delicadeza hizo un dobladillo en cada manga de mi camisa y empezó a limpiar con un paño las heridas en mis muñecas.

—Camila... —no respondió y siguió curándome—. Camila, por favor.

—Te estoy escuchando —colocó algo de vino sobre mis heridas.

—¿Estás enojada porque no te dije?

—Te estoy entregando todo de mí, mi disposición, mi cuidado y mi cariño, pero simplemente no me tienes la suficiente confianza como para decirme lo que ese bastardo te hizo —sin mirarme comenzó a vendar mis muñecas, para luego curar mi pierna derecha

—No quería preocuparte. Me alegra que estés aquí, gracias a eso ya me siento mejor.

Su mirada por fin subió hasta mis ojos y, triste, recorrió la mía, una pequeña sonrisa salió de mis labios y pareció contagiarla porque me la devolvió.

—Gracias —dejé un fugaz beso sobre sus labios y sentí un leve rubor cubrir mis mejillas ante ese acto tan poco desvergonzado de mi parte.

—Al parecer esta noche InSo y Josué ya han tomado la decisión para tu condena. Lamento no haber podido contradecirlos cuando pidieron nuestra opinión, pero es en esos casos nosotros solo tenemos permitido seguir las leyes que tiene impuestas el pueblo.

—¿Qué opina la orden del Sol?

—Toda disposición a las órdenes que se emiten y son dadas por la Ley del Maestro.

—No te preocupes, además tú no eras la vocera de la orden del Sol, no podías hacer mucho. Me curaste y estuviste al pendiente de mí, eso es suficiente y más de lo que te puedo pedir.

Y así era, porque por mucho que la quisiera alejar, ella parecía estar decidida a no dejarme. Cada vez que hacía un lindo gesto por mí, se me hacía más difícil quererla lejos.

—Gracias, Camila —me armé de valor aun sabiendo que Wilder se encontraba, si es que seguía ahí, detrás de la puerta y pudiendo tal vez escuchar nuestra charla. Aunque por la gruesa puerta de madera de roble, era casi imposible que escuchara a ciencia cierta lo que pasaba adentro.

Coloqué mis manos sobre sus costados y la atraje hacia mí, un pequeño gemido salió de sus labios y su rostro se sorprendió ante mi acto totalmente hilarante, pero pronto pareció entender a lo qué me refería.

Su mano derecha se postró con cuidado sobre mi hombro y la otra pasó con velocidad sobre mi cuello; sin mucha espera me atrajo hacia ella y con gusto la recibí sobre mis labios. Un beso ruidoso se produjo dentro de aquel calabozo frío. Con cuidado de que ella no tocará alguna de mis partes heridas, se coló entre mis piernas. Justo como cuando nos besamos por primera vez. Me permití entregarle lo más valioso que puede dar una mujer: su consentimiento.

Aún con las gruesas prendas sobre su cuerpo, pude sentir su delicada cintura, sus curvas y sin pudor también sus piernas. Su lengua acompañó sin sutileza aquel acto ferviente y desesperado de lujuria y es que aunque en este momento estuviera incapacitada para hacerlo y aunque de igual manera no se nos permitiera el acto carnal, estaba más que dispuesta a tomar su cuerpo.

"Tal vez más adelante" me dije a mí misma, si es que claro después de mañana seguía habiendo un futuro para nosotras; si era así, estaba más que dispuesta a ser llevada por la lujuria.

—Lauren, ¿ya? —la voz detrás de la puerta me hizo consciente de que esos pensamientos inoportunos serían para después.

"Maldición, Wilder" pensé y me separé de Camila.

Sus labios rojos e hinchados, se separaron con una sonrisa algo atrevida y un pequeño sonrojo arrasó con mis mejillas, si es que acaso ella había pensado igual que yo, eso sin duda me sorprendería.

—Adiós, Lauren —dijo Camila mientras se levantaba del suelo y tomando sus cosas, salió como si nada hubiera pasado ahí adentro.

—Lauren, nos vemos. Me gustaría quedarme a vigilar para que así nadie te hiciera daño, pero no puedo. Mañana vendré para la última orden. Esperemos que todo salga bien.

—No te preocupes, Wilder, has sido siempre un buen amigo, gracias por todo —él hizo una reverencia y salió dejándome nuevamente sola en aquel calabozo.

Si esta noche había sido una locura, no me quería imaginar cómo lo sería mañana. Ahora solo quedaba esperar y saber cuál sería mi destino.

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Capítulo cortito y bonito antes de la tragedia. (Tal vez suba el siguiente mañana)

Lamento la demora, muchas gracias por leer <3

Tengan un buen día/tarde/noche, pequeños seres :)

Un Solo Cuerpo {Adaptación Camren}Where stories live. Discover now