12

15.4K 946 96
                                    

Wolf tiene un don para sacarme de mis casillas. Lo último: me he visto obligada a trasladar mi investigación a su laboratorio, construido expresamente en la planta noventa y ocho de la torre Wolf. Por descontado, es mucho mejor que el de la universidad, las máquinas son nuevas y dispongo de todo cuanto necesito y más, pero me harta el ansia de control de Wolf. En una situación normal, ni el mejor laboratorio del mundo me habría hecho acceder a sus abusivas demandas, pero es que el muy hijo de su madre me ha chantajeado con retirar su dinero del resto de proyectos de la universidad si me negaba, y no puedo hacerles eso a mis compañeros de profesión. La universidad lo tendría difícil sin el apoyo económico de Wolf.

—¿Necesitarás alguna cosa más? —me pregunta Lin, abrazando contra su generoso busto el portapapeles de madera.

—De hecho, sí. Lo más importante.

—Dime. —Prepara su bolígrafo metálico sobre el folio.

—Necesito que le des un mensaje a Wolf. Dile que no se haga ilusiones, que tenerme más cerca no me hace más accesible y que más le vale no intentar nada raro. Dile que esta vez no seré tan buena con él. Por favor, asegúrate de que lo entiende —le pido, haciendo restallar los elásticos guantes de látex.

Lin me sonríe con condescendencia.

—Perfecto, se lo haré saber —dice—. ¿Con eso sería todo?

No soporto su sonrisa vanidosa.

—También necesitaría una secretaria —respondo.

—Bien.

—Una secretaria leal y eficiente que siempre esté disponible.

Lin se esfuerza en que su cara no transmita nada mientras toma nota.

—¿Podrías ser tú? —le pregunto.

La mestiza levanta sus ojos rasgados del portafolios.

—No sé si Wolf pueda prescindir de mí —dice con molestia.

—Tranquila, Wolf es un hombre de recursos, no le costará encontrar a otra secretaria que pueda encargarse de tus funciones.

—Puedo ocuparme de ambos.

—No me cabe duda —respondo, con la más amable de mis sonrisas—, pero te quiero solo para mí. ¿Crees que podrás convencerlo?

Lin golpetea con la punta del bolígrafo en el portafolios.

—Veré qué puedo hacer —contesta finalmente.

—Por favor, convéncelo.

Con un más que evidente esfuerzo por callarse una mala respuesta, me promete que lo intentará y da media vuelta sobre sus afilados tacones para marcharse haciéndolos sonar sobre el suelo de vinilo.

—Una cosa más —la detengo.

Esta vez ni se molesta en falsear la sonrisa.

—Podrías traerme un café del bar de enfrente, ¿por favor? —le pido, girándome hacia la mesa de trabajo mientras me pongo las gafas protectoras—. Con leche desnatada y dos cucharadas de sacarina. Gracias.

—Con leche desnatada y dos de sacarina. ¿Algo más?

—De momento eso es todo. Gracias.

Cierra ruidosamente la puerta del laboratorio. Que Lin se haya contenido tanto significa que Wolf, o alguno de sus secuaces, nos está observando por las cámaras de seguridad que hay en cada esquina. Para asegurarme de que no se lo pierde, las busco todas y les levanto el dedo corazón una por una.

Súcubo (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora