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—Matt, tengo una buena noticia y una mala —empiezo diciendo.

—¿Estás bien? —pregunta, al oírme rara.

Mi excitación ha de ser demasiado evidente, sobre todo para él, que me conoce mejor que nadie. Después de tres años como compañero de piso y siete días como compañero sexual, Matt puede saber lo que ocurre en mi cuerpo y lo que pasa por mi cabeza con solo escuchar la cadencia de mi voz.

—La mala es que me debo quedar a vivir por un tiempo en la torre Wolf —le digo, tratando de no sonar demasiado entusiasmada.

—¿Cómo? —exclama.

—La buena —prosigo, sin dejarle hablar— es que se ha ofrecido a pagar el alquiler de nuestro apartamento hasta que termine la investigación.

Evalúo la reacción de Wolf. Parece conforme.

—¿Por qué te tienes que quedar ahí? —se queja Matt.

—Es por mi seguridad.

—¿Es que te sientes segura cerca de él?

Wolf no me quita ojo desde la mesa con las manos en los bolsillos, las piernas cruzadas a la altura de los tobillos y una sonrisa tan amplia que es como si supiera no solo lo que me está diciendo Matt, sino también lo que le que responderé y lo que me contestará él después, así como el devenir de toda la maldita conversación. Es imposible que alguien se sienta a salvo cerca de él, y yo, después de saber que se muere por follarme, menos que nadie.

—Quieres quedarte ahí, ¿no? —adivina Matt.

—No, es que...

Me enrosco un mechón de cabello en el dedo con nerviosismo.

—Es lo mejor —le digo, con una risita estúpida.

—Por lo menos sé sincera.

Matt parece haberse dado por vencido al otro lado de la línea mientras que Wolf está aquí, sonriéndome como si supiera que me tiene en la palma de la mano. Trato de controlar la respiración, de que Matt no me note excitada, que no se piense que lo he llamado para ponerlo celoso ni nada así.

—No me gusta que te quedes a solas con ese controlador —se sincera.

—No, lo sé, pero...

—¿Pero? —me interrumpe.

—Estaremos en pisos separados —trato de negociar.

—¿Estáis en pisos separados ahora?

El silencio que me embarga es de lo más revelador.

—¿Estás con él? —exige saber.

—Bueno, estoy en su despacho, si es a lo que te refieres...

—¿Qué estáis haciendo?

—Nada —le espeto, a la defensiva—. ¿Qué te piensas?

Otra risita nerviosa. La respiración agitada. La cara ardiendo.

—No suenas como si no estuvieras haciendo nada —me acusa Matt.

—Eres idiota —le suelto antes de colgar.

Wolf me está observando con la clase de sonrisa burlona que precede a un comentario ocurrente de muy mal gusto, así que a la vergüenza por esta discusión con Matt hay que añadirle la de haber tenido por testigo a nada más ni nada menos que al capullo multimillonario que la motivó. Si mi cara ardía hace unos momentos, ahora directamente es magna volcánico.

—¿Tiene algo que decir? —salto.

—Deberíais aclarar los términos de vuestra relación —comenta, porque es obvio que tiene algo que decir—. Él sabía a lo que se atenía al meterse con una súcubo. No puede esperar una relación estable y monógama.

Súcubo (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora