Un desmayo oportuno

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Sinopsis: Sayaka cae agotada por todas las responsabilidades que lleva en la espalda. Por suerte, Kirari se encargará de salvarla. Y quizás de desnudarla.

Historia +18

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Sayaka se tapó la boca para disimular un profundo bostezo. Parpadeó, somnolienta, y continuó revisando el papeleo de la presidenta. Como siempre, era un desastre. Los papeles estaban desparramados por todo su escritorio. Así los dejó el día anterior y así se retiró, no sin antes pedirle que mañana a primera hora, por favor, se hiciera cargo de ellos. Ya era mañana. Y Sayaka, sola en la sala del consejo estudiantil, cumplía la orden sentada en el trono de la reina. Cabeceando, cumplía.

La misma presidenta la autorizó para sentarse allí siempre y cuando no se encontrara. No es que ésta última fuera permisiva, simplemente le convenía que solucionara sus asuntos por ella. Y qué mejor lugar para hacerlo que la silla que Sayaka adoraba. Un empleado feliz trabaja mejor, siempre le recordaba guiñándole un ojo. A Sayaka le daba igual los motivos que tuviera; quedarse sola a veces era una bendición. Cuando sucedía, como esa mañana, aprovechaba la oportunidad para refregar el cachete en esa silla tan especial que, valga la redundancia, le hacía sentirse especial por el solo hecho de estar sentada en ella, pues, pertenecía a la presidenta. Rastros de su perfume flotaba alrededor, la envolvía como una manta invisible.

Lástima que hoy ni ese suave aroma floral podía subirle el ánimo. El sueño que manejaba era insufrible. De esos que te hacen decir: quiero morir.

En una hora tendría que ir a buscar a Kirari a la entrada de la academia. Luego, le seguiría una reunión del consejo estudiantil en demasía agotadora; las elecciones tenían a los miembros revolucionados y de muy malhumor. Después de eso, lo de siempre: acompañar a la presidenta en lo que necesite. Ver el futuro le hacía bostezar de nuevo. Estaba cansada, tenía muchas cosas en la cabeza. Ella, quién siempre se organizó a la perfección, se hallaba con los números resbalándose de las palmas.

«¡Deja de quejarte, imbécil, y céntrate de una vez!»

Podía darse ánimos, pero eso no borraría la realidad de que era un mes complicado. En cada ratito libre que encontraba, estudiaba. Y mucho. Los exámenes finales se acercaban y en absoluto se permitiría sacar menos de una "A" en cada materia. Fuera de esos ratos libres, trabajaba como la secretaria que era. Es decir, casi todo el día. El cansancio no hacía más que crecer. También estaba estresada por las elecciones del consejo estudiantil. Cada vez pintaba peor para la presidenta, sin embargo, a ésta no parecía importarle. Para variar, le divertía el escenario. Pero a Sayaka le preocupaba. Debido el pacto de silencio que hizo consigo misma, lo único que podía hacer para ayudarla era comprar votos para ella. Después de la apuesta en la Torre de las puertas, entendió (a regañadientes) que la felicidad de su presidenta era correr riesgos, y siempre lo sería. No iba a nadar más contra esa corriente, excepto que la viera a punto de vender el alma o algo así. Sin embargo, aceptar su estilo de vida no significaba compartirlo. Y por eso mismo, sin molestar y con su permiso, organizaba subastas para obtener votos. Otra tarea más que le robaba minutos de su escaso tiempo.

Estaba agotada. De verdad agotada. Lo único que podía recomponerla, dormir, no estaba sucediendo. Debido a la preocupación no pegaba un ojo en toda la noche. Y, si lo hacía, tenía unas pesadillas terribles. Dormir mal; comer mal, estudiar de más, trabajar, cuidar a la presidenta... Incluso para ella, que era la perfección misma hablando de responsabilidades, se le estaba haciendo pesado. El fondo oscuro que antes veía desde arriba, ahora lo veía cerca. Estaba a punto de tocarlo.

En resumen, la barrita de energía se encontraba en el cinco por ciento.

Y por eso se tambaleaba detrás de la presidenta, quién sentada en la punta de la mesa de la sala debatía con los otros miembros del consejo. Se sentía mal, comenzaba a ver doble. Apretaba los ojos con fuerza para aclarar la visión, pero el efecto duraba unos segundos, después todo volvía a verse borroso. Deslizó las pupilas de izquierda a derecha, haciendo un escaneo del panorama y sin entenderlo bien. Las palabras de la presidenta no tenían sentido, hablaba en otro idioma y, según sus oídos, detrás de una puerta reforzada. Era una voz en off. Lo único que escuchaba bien era su propia respiración entrecortándose.

Kakegurui: Kirasaya One-shotsWhere stories live. Discover now