Capítulo 18

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Brigitte.

Brigitte se sentía extrañamente tranquila y cómoda en donde sea que estaba sin recordar nada.

—Brig, despierta —le dijo una voz y ella parpadeó somnolienta.

La luz del sol le llegó directamente en el rostro haciéndola despertar por completo aparte de cegarla unos instantes. Hace unos segundos era de noche y fue cuando cayó en cuenta que se había quedado dormida.

—Oh cielos, me quedé dormida —sus mejillas se ruborizaron y ella maldijo por ser tan pálida.

—No te preocupes, no fue mucho —le dijo Percy, la voz que la despertó—. Ayúdame a despertar a los otros dos.

Brigitte asintió y mientras Percy sacudía a Frank, ella se dirigió a Hazel.

—HAZEL—la llamó—. Despierta, estamos llegando a Seattle.

Se incorporó, se veía mareada y deslumbrada por el sol, la pelirroja no podía culparla.

—¿Frank?

Frank gruñó, fregándose los ojos.

—¿Acabamos de... acabamos de...?

—Se han desmayado los dos —dijo Percy—. No sé por qué, pero Ella me dijo que no me preocupara. Me dijo que estaban... ¿compartiendo?

—Compartiendo —repitió Ella. Se agachó en popa, arreglándose las plumas de las alas con los dientes, algo que no parecía una forma muy efectiva de higiene personal. Escupió un par de plumas rojas—. Compartir es bueno. No más desmayos. Hazel ha compartido. No más desmayos.

Percy se rascó la cabeza.

—Sí... hemos estado teniendo conversaciones de ese tipo casi toda la noche. Sigo sin saber de qué está hablando.

Los ojos verdes miraron a Brigitte por un segundo, como si le dijera que a menos que lo deseara, no contaría esa parte de la noche y ella lo agradeció. Percy no lo sabía, pero sabía mucho de Brigitte en estos momentos, más que Hazel y casi tanto como Jason, no supo decir si eso era bueno, malo o terrible.

Hazel puso la mano en su bolsillo. La hija de Venus pudo sentir emociones fluctuar en su interior, agradecimiento, tristeza, incertidumbre, cariño. No supo cómo, pero sabía que estaba pensando en Frank.

Medio se confirmó cuando Hazel miró al hijo de Marte.

—Estabas allí.

Asintió. No dijo nada, pero su expresión era clara: sabía a lo que se refería Hazel.

—Esperen —dijo Percy—, ¿quieren decir que han compartido un desmayo? ¿Van a desmayarse juntos a partir de ahora?

—No —dijo Ella—. No, no y no. no hay más desmayos. Más libros para Ella. Libros en Seattle.

Brigitte miró el agua. Estaban navegando por una gran bahía, haciéndose camino por una cosa vadeada de edificios bajos. Vecindarios poblaban unas colinas. De las más alta se alzaba una torre blanca con un platillo en la cúspide, como una nave espacial de las viejas películas de ciencia ficción.

—¿Estás bien, Hazel? —Le susurró Brigitte y su amiga la volteó a ver, pudo ver que algo había cambiado en ella, algo que había hecho que los ojos de Hazel se vieran más claros y sus hombros más relajados.

—Sí —dijo en voz baja y Brigitte sonrió al sentir su sinceridad—. Estoy bien.

—Me alegro por ti, Hazel —y ambas se sonrieron, felices.

Percy guio el barco hacia los muelles de la ciudad. Mientras se acercaba, Ella rascaba nerviosa el montón de libros.

Brigitte también comenzó a contagiarse de aquel nerviosismo. No estaba segura del por qué. Era un claro y soleado día en Seattle y éste parecía un bonito lugar, con sus calles y sus puentes, sus manzanas de edificios brillando en la bahía, y sus montañas coronadas con nieve alzándose en la distancia. Aun así, se sintió observada.

The heroes of Prophecy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora