Capítulo 14.

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Percy.

El túnel iba por todo un tanque del tamaño de un gimnasio. A excepción del agua y algunas decoraciones baratas, parecía majestuosamente vacío. Percy supuso que habría unos doscientos metros cúbicos de agua por encima de sus cabezas. Si el túnel se rompía por alguna razón...

«No pasaría demasiado —pensó Percy—. He estado rodeado miles de veces por agua. Es mi hábitat natural.»

Pero su corazón se aceleró. Recordó ahogarse en el frío ceno de Alaska, el lodo negro cubriendo sus ojos, boca y nariz. Su mano buscó inconscientemente a la de Brigitte encontrando nada. Ella estaba con Keto y más encima sola, eso no ayudó a sus frágiles nervios.

Forcis se detuvo en el centro del túnel y extendió sus brazos con orgullo.

—Preciosa exhibición, ¿verdad?

Percy intentó distraerse concentrándose en los detalles. En una esquina del tanque, acurrucado en un bosque de algas falsas, había una casa de jengibre de tamaño real con burbujas saliendo de su chimenea. En el lado contrario, había una escultura de plástico de un tipo en un anticuado traje de buzo agachado encima de un cofre del tesoro, que se abría cada pocos segundos, soltando burbujas y se cerraba de nuevo. Esparcidos a través de la arena blanca del suelo había cristales de mármol del tamaño de bolas de bolera, y un extraño surtido de armas como tridentes y lanzas. En el exterior del tanque había un anfiteatro con asientos para varios cientos de personas.

—¿Qué guardas aquí? —Preguntó Frank—. ¿Peces de colores gigantescos y asesinos?

Forcis levantó sus cejas.

—Oh, ¡eso estaría bien! Pero, no, Frank Zhang, descendiente de Poseidón. Este tanque no es para peces de colores.

Con «descendiente de Poseidón», Frank se estremeció. Dio un paso atrás, agarrando su mochila como si estuviera a punto de salir corriendo. Una sensación extraña recorrió la garganta de Percy como si tuviera ganas de toser. Por desgracia, estaba demasiado acostumbrado a ello.

—¿Cómo sabes el apellido de Frank? —Pidió saber—. ¿Y cómo sabes que es descendiente de Poseidón?

—Bueno —Forcis se encogió de hombros, intentando parecer modesto—. Son las descripciones que dio Gaia. Ya sabes, Percy Jackson, por la recompensa.

Percy le quitó el tapón a su bolígrafo. Al instante, Contracorriente se materializó en su mano.

—No nos traiciones ahora, Forcis. Nos has prometido respuestas.

—Después del trato VIP, sí —coincidió Forcis—. Prometí contarles todo lo que necesitaran saber. La cosa es que, de todas maneras, nunca necesitarán saber nada —su sonrisa grotesca se amplió anchamente—. Ya ven, aunque hubieran llegado a Roma, lo que es muy improbable, nunca vencerían a mis hermanos gigantes sin un dios luchando a su lado. ¿Y qué dios les ayudaría? Yo tengo un plan mejor. No se van a marchar. ¡Son VIP! ¡Los prisioneros más importantes!

Percy embistió. Frank le lanzó la mochila a la cabeza del dios del mar. Forcis desapareció simplemente. La voz del dios resonó a través del sistema de sonido del acuario, retumbando por todo el túnel a su vez.

—¡Sí, bien! ¡Luchar está bien! Ya ven, Madre nunca me confió tareas demasiado grandes, pero ella coincidía conmigo en que yo podía capturar cualquier cosa. Ustedes dos formarán una exhibición excelente, los únicos semidioses descendientes de Poseidón en cautividad. «Terrores de los semidioses», ¡sí, me gusta! Acabamos de conseguir el patrocinio con Bargain Mart. Lucharán entre ustedes cada día a las once de la mañana y a la una de la tarde, con un espectáculo vespertino a las siete de la tarde.

The heroes of Prophecy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora